Reserva Forestal de Caparo, un edén en Barinas destrozado por la pisada devastadora de invasores

Reserva Forestal de Caparo, un edén en Barinas destrozado por la pisada devastadora de invasores

Reserva Forestal de Caparo tras invasiones en 2018 / @jrlozada61 – twitter

 

A una distancia de 722 kilómetros de Caracas, capital de Venezuela, en la zona oeste del territorio nacional, más específicamente en los llanos del estado Barinas, se encuentra la Reserva Forestal de Caparo. Su nombre permite imaginar que se trata de un gran pulmón vegetal que favorece a la población y que es garantía de vivir en lo más cercano a un paraíso, que lo fue, pero ya no es así.

Walter Obregón / Corresponsalía lapatilla.com

En los últimos seis años este hábitat natural ha sufrido los desmanes de un festín de mercaderes y pocos dolientes. Numerosos grupos de invasores, que se amparan en los colores de la revolución, que se organizaron tomando el nombre de Dios en vano y otros que entran en el listado de irregulares, han destruido al menos 168.370 hectáreas, de un total de 174.370 hectáreas, área decretada en los inicios de la Reserva Forestal de Caparo en el año 1961.

El cambio de uso que los actuales ocupantes le han dado a este territorio, ha tenido graves consecuencias. Las especies forestales no lograron su renovación, la fauna ha sido extinguida casi en su totalidad, los convenios de aprovechamiento maderero dejaron de existir y los experimentos científicos, aunque disminuidos, se resisten a morir, como expresa el ingeniero forestal egresado de la Universidad de Los Andes (ULA), Carlos Castro.

Para conocer sobre lo que fue la Reserva Forestal de Caparo y tener una idea más cercana de lo que es ahora, aparte del ingeniero ulandino Carlos Castro, lapatilla.com contactó también a José Rafael Lozada Dávila, otro ingeniero forestal y docente del alma máter merideña, que participó en gran parte de los proyectos de investigación confiados a la Universidad de Los Andes.

La ULA en la Reserva Forestal de Caparo

 

Desforestación tras invasiones de 2018 en el Parque Nacional Caparo / @jrlozada61

 

“La ULA está presente en Caparo desde el año 1970, con muchos proyectos de investigación y con trabajos de inventario (forestal)”, comenzó diciendo José Rafael Lozada Dávila, recordando que en aquellos tiempos, instituciones como Corpoandes, fueron los responsables de promover la participación de la universidad merideña para la realización inicialmente del inventario ya mencionado.

“Después de cumplir con eso, varios profesores de la facultad visualizaron la necesidad de ejecutar diversos proyectos de investigación”, comentó Lozada Dávila, al calcular que ya son casi 54 años de presencia de la ULA en lo que queda de la Reserva Forestal de Caparo.

Tras 12 años de actividad investigativa, en el año 1982, el Ministerio del Ambiente decidió otorgarle a la ULA por la vía de la Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales, una “unidad de investigación forestal”, que es lo que hasta el día de hoy se llama Estación Experimental Caparo, y eso se hizo bajo la figura de “comodato” sobre un área de 7.000 hectáreas.

“Es un contrato entre el Ministerio del Ambiente y la universidad, donde se establecen unas obligaciones en lo que se refiere a la protección y vigilancia, investigación y desarrollo de otras actividades, que se han venido renovando, pero los primeros que se otorgaron tenían duración de 15 y 20 años”.

El último contrato de comodato entre la ULA y el actual Ministerio de Ecosocialismo, fue firmado entre 2022 y 2023, por lo que la presencia en este momento de la universidad en Caparo está respaldada por esta figura jurídica.

Proyectos de investigación

 

La fauna de la Reserva Forestal de Caparo ha desaparecido

 

La motivación de la ULA para ir a Caparo fue el reto e interés de realizar un inventario forestal, pero de inmediato los especialistas se dieron cuenta de la necesidad de estudiar el ecosistema en general.

“Había que estudiar los suelos, la dinámica de los suelos, los procesos de formación de los suelos, la relación entre los suelos y la vegetación, cómo es posible que haya tantos ecosistemas en Caparo y allí la respuesta estaba en el suelo”, detalló el ingeniero.

Igualmente, hubo que estudiar la dinámica del agua en el suelo, cómo son los procesos de inundación, los procesos de movilización de sedimentos que “es lo que da origen a distintos suelos en Caparo”, refirió el especialista.

Todo este trabajo iba acompañado de investigaciones botánicas, de identificar las especies, hacer la colección de especímenes botánicos para llevarlos a herbarios, y como era una reserva forestal que en los años 70 estaban comenzando los primeros planes de ordenación y manejo forestal en Venezuela, “entonces había que hacer una investigación aplicada, es decir, se tenía que conocer cómo responden unas especies de interés maderable ante distintas formas de plantación y distintas formas de suelos”.

De este proceso investigativo determinaron que, por ejemplo, “del saqui saqui, cómo responde en bajíos, bancos, sub bancos, y también distintas formas de plantación, que si es en bola de tierra, en raíz desnuda o si es un tocón recortado”.

Lozada Dávila aseguró que esos estudios se realizaron para muchas especies nativas y exóticas, incluida la Teca y la Melina, pero como se trató de experimentos, algunos de los resultados no eran apropiados porque las plantas no respondían bien, aunque “en Ciencia se dice que un resultado negativo, es resultado”.

Con esto, los científicos lograron determinar para el futuro de las plantaciones exitosas que “la Teca en bajíos, en terrenos inundables, no da buen resultado, y eso es interesante e importante porque luego había que direccionar dónde era que se podía plantar la Teca”.

“Después se determinó que en un tocón recortado la Teca da muy buen resultado, entonces eso reduce los costos de plantación, y así sucesivamente”.

En resumidas cuentas, el ingeniero forestal valoró que a través de la Estación Experimental de Caparo, la ULA realizó investigaciones ecológicas, botánicas y otras aplicadas a las técnicas forestales, de plantaciones y silvicultura (ciencia destinada a la formación y cultivo de bosques), considerando su inmensa riqueza natural.

Sobre los proyectos de investigación

El ingeniero Lozada Dávila no maneja el número exacto de proyectos que pudieron iniciarse en la Reserva Forestal de Caparo, pero está seguro de que “fueron muchísimos, algunos individuales que iban desarrollando los profesores pioneros de Caparo y proyectos de grupos”, que en ocasiones se trasladaban todos sus miembros a la reserva, garantizando la participación y ejecución de los mismos.

Según lo explicado por el especialista forestal, la reserva de Caparo estuvo considerada y empezó a ser cuidada como un espacio que proyectaba progreso y avance en el estudio de las especies naturales, provenientes de sus riquezas que fueron vandalizadas.

En relación a los proyectos de investigación que fueron culminados, en el momento no hay una totalización en manos del ingeniero Lozada Dávila, pero aseguró que antes de la debacle originada por el ingreso de los invasores a la Reserva Forestal de Caparo, fueron muchos los que lograron llegar a su fase definitiva.

Hasta el año 2018, Lozada Dávila pudo elaborar un archivo de todos los artículos y documentos de investigación que se han publicado a raíz de la actividad de la universidad en la Reserva Forestal de Caparo.

“Son centenares de documentos científicos que se han publicado. Allí hay desde tesis de peritos forestal, técnicos superior forestal, ingenieros forestales, tesis de maestrías y tesis de doctorado, de instituciones de Venezuela y del exterior”, aseguró.

A Caparo han llegado profesionales de Europa con el fin de hacer sus doctorados y “muchos de nosotros también hemos hecho tesis doctorales tomando datos de Caparo”, destacó.

“En los dos o tres últimos años, tal vez ha disminuido mucho la productividad científica por los problemas que tenemos en el país, pero seguramente deben haber algunos otros artículos por allí”.

Promoción de la invasión

Hasta el año 1999, Caparo tuvo una muy buena cobertura boscosa que superaba el 80 % de toda la reserva forestal, y aunque ya había unos pocos campesinos que invadieron tierras, deforestaban para darle paso a la ganadería y agricultura, no se sentía el daño a la reserva.

“A partir del año 2000, en mi opinión, debido a unas decisiones del Gobierno, vino un proceso masivo de invasión y ocupación de la reserva forestal, que no fue solo en Caparo, también pasó en Ticoporo, San Camilo y, en general, en los llanos occidentales y en el norte del Orinoco”, recordó.

En la actualidad, son muy pocos los bosques de tierras bajas que quedan en el norte del Orinoco, como consecuencia de aquellas decisiones del Gobierno del expresidente Hugo Chávez que asumió en el año 1999.

“La presencia de la ULA en Caparo es el factor que ha permitido mantener ese relicto boscoso que hoy en día tiene unas 6.000 hectáreas de bosque”, calculó Lozada Dávila al considerar que para él “es el último relicto ecológicamente viable de lo que era el ecosistema de los llanos occidentales de Venezuela”.

“Allí teníamos hasta tigres o jaguares, por lo menos hasta el 2018, donde también hubo pumas, dantas, lapas, zorros, varias clases de monos, muchas aves propias de los llanos occidentales, y cuando decimos perfectamente viables, es porque en esas 6.000 hectáreas podían convivir esas especies de faunas”.

El ingeniero forestal refirió a otros pequeños relictos en los llanos occidentales, que son de unas 500 hectáreas o 1.000 hectáreas, pero en estos espacios “no puede vivir un tigre o una danta”.

Lo que intenta salvar Caparo

El ingeniero José Rafael Lozada Dávila recuerda que fue en enero del año 2018, cuando se produjo una gran invasión con 300 familias, de los que presume se convirtieron en los responsables de desaparición de las dantas, báquiros, tigres, jaguares, hasta del león americano que también estuvo presente en esta reserva forestal.

“Yo no tengo información de que se hayan visto más tigres ni las huellas de estos desde el año 2018 para acá”, añadió.

Las amenazas han continuado en la Reserva Forestal de Caparo, o lo que queda de ella, pero en general la Estación Experimental de la Universidad de Los Andes se mantiene se este territorio, porque a su juicio “el hecho de que la ULA salga de Caparo, significaría la pérdida definitiva de ese ecosistema y de una larga tradición de investigación que ha estado bastante interrumpida, debido al estado deplorables presupuestario que tienen las universidades”.

La institución ulandina todavía está en lo que insisten en llamar Reserva Forestal de Caparo, amparada por un comodato, con su campamento aunque muy deteriorado, con sus trabajadores devengando sueldos muy bajos, que también se convierte en una amenaza, pero su permanencia se transforma en una gran resistencia a dejarlo morir por completo.

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