El trágico final de María Antonieta en la horca: la condena a “la reina frívola”, su última carta y la tristeza por sus hijos

El trágico final de María Antonieta en la horca: la condena a “la reina frívola”, su última carta y la tristeza por sus hijos

María Antonieta había nacido en Austria y a los 14 años se casó con el futuro rey de Francia

 

Tenía 37 años pero parecía una mujer de 60. De sus ojos azules y cabellera rubia, atributos de mujer espléndida, centro indiscutido en reuniones y bailes del jolgorio cortesano sin fin, ya nada quedaba. Ahora era una mujer avejentada, resignada, desesperada porque no le permitían ver a sus hijos. Despojada de su vida de lujos, una mesa, dos sillas y un catre era el único mobiliario en la celda miserable sin ventilación en la que la habían encerrado.

Por infobae.com





Era la antecámara de la muerte. La Conciergerie, o Palais de la Cité, que en otros tiempos había sido residencia de los reyes de Francia, el gobierno revolucionario la había transformado en el centro de reclusión más importante de la ciudad.

Pasaba el tiempo leyendo los diarios de viaje del capitán Cook, que le había alcanzado uno de los carceleros que se había apiadado de ella.

María Antonieta Josefa Ana de Austria, reina a los 18 años, esa “perra austríaca” detestada por la corte, esperaba comparecer ante el tribunal para conocer el veredicto inevitable de muerte. La “sanguijuela de los franceses”, como también le decían, era vigilada constantemente a través de un biombo por guardia cárceles obscenos y borrachos que hacían lo imposible por denigrarla y humillarla.

Había nacido el 2 de noviembre de 1755. Era la hija del emperador Francisco I y de María Teresa. Para los maestros de idioma y de música que acudían al Palacio de Schoenbrunn era un suplicio mantener la atención de esa niña consentida, que ningún capricho se le negaba y que enseguida se aburría. Había una razón para esa educación. A sus 12 años, se la debía formar para ser futura reina de Francia.

El 16 de mayo de 1770 se casó en Versalles con Luis Augusto de Francia, Duque de Berry, futuro Luis XVI, al que le faltaban tres meses para cumplir los 16 años. Ella tenía 14.

Los hijos habían demorado en llegar por una imposibilidad física del marido. Primero fue María Teresa, luego Luis José, que murió de tuberculosis a los 7 años; Luis Carlos sería el heredero de la dinastía y por último Sofía Beatriz, que falleció al año de nacer.

Ella frecuentaba diversas amistades, con las que pasaba el tiempo en bailes y en juegos. Se había hecho fama de frívola y derrochadora. Acusaban a la pareja real de estar alejada de la realidad, que cuando el pueblo pasaba hambre ella se empolvaba sus pelucas con harina. Lo cierto es que la pareja era consciente de que eran demasiado jóvenes para reinar.

Una estafa urdida por la condesa de La Motte para quedarse con un espléndido collar de diamantes, rubíes y esmeraldas –hecho para madame Du Barry, la favorita del rey Luis XV- alcanzó a salpicarla. Pero a pesar de que era inocente de esta maniobra y los culpables fueron condenados, no se terminarían de despejar las sospechas sobre ella.

Los reyes no dimensionaron la magnitud ni los alcances de la revolución que estalló el 14 de julio de 1789. Al quedar como meros instrumentos de los revolucionarios, planearon fugarse de París, en una iniciativa en la que María Antonieta habría tenido mucho que ver.

La noche del 20 de junio de 1791, siguiendo un plan elaborado por el conde Axel de Fersen, vestidos como una familia aristocrática rusa, huyeron de París por las Tullerías usando una puerta secreta. Pero al día siguiente, en Varennes, fueron descubiertos y encarcelados.

El rey terminó juzgado y guillotinado el 21 de enero de 1793, lo que marcó el comienzo del período más radical de la Revolución Francesa. María Antonieta y sus hijos fueron a prisión en el Temple, donde en los años de fiesta y frivolidad había residido el conde de Artois, hermano del rey.

Le habían permitido estar con su hijo Luis Carlos. Sus carceleros vivían en estado de alerta permanente. En la prisión había partidarios realistas, y temían una fuga. En febrero de 1793 hubo una tentativa de evasión; otra, la del 11 de julio casi culmina en éxito, pero con consecuencias nefastas para la mujer: la separaron de su hijo, al que pusieron en custodia del zapatero Antoine Simón, quien tuvo un trato cruel con la criatura. Cuando el niño era llevado, suplicó a sus captores: “¡Perdonen a mi madre!”. El 8 de agosto la trasladaron a La Conciergerie.

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