El “hombre común” que dio el batacazo en un Mundial de Póquer y se llevó una fortuna

El “hombre común” que dio el batacazo en un Mundial de Póquer y se llevó una fortuna

Chris Moneymaker en una partida de exhibición con Paris Hilton (Photo by Denise Truscello/WireImage for LG Electronics Mobile Comm)

 

 

A juzgar por su apellido, se podría pensar que Chris Moneymaker estaba destinado a amasar una fortuna. Sin embargo, llegó a la adultez como un hombre común. Vivía en Knoxville, Tennessee. Había tenido la infancia clásica de un chico del sur de Estados Unidos. Jugó al fútbol americano con poca suerte y estudió para contador. En la universidad se especializó en impuestos.





Por Mariano Jasovich | Infobae

“Mi antepasados acuñaban monedas de plata y de oro. El nombre era originalmente Nurmacher. Y cuando llegaron a América tomaron la traducción literal y los comenzaron a llamar Moneymaker”.

Así su vida transcurría sin demasiados sobresaltos en la pequeña localidad sureña. Su único entretenimiento era jugar al póquer con amigos una vez por semana. Se reunían en el garaje de uno de sus vecinos que sacaba su camioneta para hacer espacio. Allí entre el humo de los cigarros y algunos porrones de cerveza, Chris no hacía honor a su apellido. Disputaba los partidos con suerte despareja. Había noche que volvía contento con un par de dólares en el bolsillo y se lo podía contar feliz a su pareja. Otras veces, regresaba con el dinero justo para terminar el fin de semana hasta el próximo sueldo.

Una tarde decidió que iba a intentar suerte con el juego online. Se anotó en un torneo satélite con una apuesta inicial de 86 dólares. El premio eran unos 10.000 y la clasificación a un torneo de Serie Mundial de los que se jugaban en Las Vegas. Una especia de Mundial rodeado de celebridades y el glamour con habitaciones sin ventanas y suelos con alfombra mullidas.

Chris soñaba con lo que haría con los miles de dólares de premio. Un viaje a Miami con su familia, un cambio de auto. Jamás imaginó que muy poco tiempo después estaría codo a codo con celebridades del juego de cartas y estrellas de Hollywood que lo saludaban como si se conocieran de toda la vida.

En 2003, Moneymaker tenía 27 años y se subió a un micro de esos que suelen parar en todos los pueblos del camino rumbo a Las Vegas. Aún no tenía dinero suficiente para pagarse un pasaje en avión. Chris miraba el paisaje desde la ventanilla del colectivo que lo llevaba hacia la gloria. Aunque esto, él no lo sabía.

Con la cabeza apoyada en el vidrio, vibraba con cada pozo de la ruta, mientras pensaba en cómo sería el hotel de Las Vegas. Si en algún momento de ese viaje pensó que podía ganar el trofeo mayor, no lo sabemos. Allí iba Moneymaker cruzando campos sembrados y esas estaciones de servicio en la que el propio conductor le carga nafta al auto.

Llegó se instaló en una de las piezas más chica del hotel y con una vista al estacionamiento con miles de autos que se replicaban a lo largo de decenas de metros. De fondo podía ver, la réplica de la Torre Eiffel. Por las noches, antes del torneo, tenía que cerrar muy bien las cortinas porque se le colaba en la habitación las luces de los neones.

Chris Moneymaker conoció a Michael J. Fox en un evento en Las Vegas (Photo by Marc Andrew Deley/FilmMagic)

 

Entonces, arrancó el torneo. A Moneymaker le tocaba las mesas más alejadas del centro de la escena. Las luces y las cámaras enfocaban hacia otro lado. Chris tuvo una racha ganadora arrasadora.

Mano a mano, se llevaba todo lo que estaba en juego. Con el paso de las horas le fue tomando el gustito. Jugaba con las fichas y hasta empezó a usar unos anteojos negros que le prestó una mujer que comenzó a seguir su juego y a alentarlo en cada descanso entre las partidas.

Desde entonces, ciertas manos que jugó hasta llegar al título se convirtieron en leyenda. Una es la del color (las cinco cartas del mismo palo) con el que Chris eliminó al legendario campeón Johnny Chan.

Chan ya había triunfado varias veces en los salones de Las Vegas. Era una verdadera celebridad de este juego de cartas. Iba a todos lados con dos chicas que eran su guardia pretoriana. Llegó al partido con Chris con su gorra y sus anteojos negros. No saludó a nadie, como era su costumbre, se sentó y pidió cartas.

Esa tarde, aunque en los hoteles de Las Vegas es fácil perder la noción del tiempo por la falta de ventanas, Chan perdió una y otra vez frente a Moneymaker. Ninguno de los cálculos de cartas funcionaba frente al hombre de Tennessee. Chris estaba cada vez más cerca del premio mayor de 2 millones de dólares.

La mano definitoria Chan tenía color de corazones y perdió porque Moneymaker incluía en su color el as que es la carta más alta del juego. Así, el “hombre común” eliminó a uno de los favoritos. Ya se empezaba a hablar de él en los pasillos alfombrados del hotel de Las Vegas.

Moneymaker despachó luego al gran Phil Ivey en una última mano en la que Chris pensó que lo perdía todo. Allí ya estaba cerca del título cuando dio vuelta sus cartas y le ganó a otro favorito. El contador de Knoxville se metía entre los grandes de la baraja.

Ivey es conocido como el Tiger Woods del póquer. Ganó 10 títulos en Las Vegas y estuvo otras 9 veces en la mesa de las finales. Para hacer un paralelismo con el tenis, Chris había llegado de la clasificación y había derrotado a Rafael Nadal y Roger Federer antes de acceder a la gran final como convidado de piedra.

Tras una noche de descanso, llegó el momento de la gran final. Chris se codeaba con lo más selecto del póquer mundial. Allí, luego de varias manos en la que la suerte siguió acompañando al protagonista de esta historia, Moneymaker quedó frente a frente contra otro campeón: Sam Farha.

Farha, de origen libanés, también tenía varios títulos en su historia de jugador. Había estudiado Economía en Estados Unidos, pero se había dedicado al póquer. Era extremadamente rápido para calcular las cartas del mazo que faltaban ponerse en juego. Así podía predecir el juego de sus rivales. Sam siempre jugaba a cara descubierta y con su mirada todos le temían. Sabía con muy poco margen de error las barajas que vendrían en la mano.

Luego del batacazo, Moneymaker se codeó con estrellas de Hollywood (Photo by Denise Truscello/WireImage for LG Electronics California)

 

La noche anterior a la final, Moneymaker, comió una pizza con una gaseosa y se acostó un par de horas. Se durmió con la TV prendida en un canal de deportes y las luces de los neones de los hoteles vecinos que entraban por su ventana.

Y tras las manos previas llegó lo que en una película de Rocky sería la pelea final. Moneymaker versus Farha. el hombre común contra un campéon experimentado. Todo se definió en lo que luego pasó a llamarse el farol del siglo.

Farha tenía un par de 9 y sabía que llevaba las de ganar. “Debes haber perdido tu proyecto de color, ¿eh?”, apuró el libanés a Chris. El hombre común ni se inmutó . Detrás de sus anteojos oscuros estaban escondidos sus ojos claros humedecidos, mientras el flequillo rubio desalineado le caía en la frente.

Entonces, Moneymaker fue “all in”, apostó todo en esa jugada. Movió todas sus fichas hacia el centro de la mesa. Farha quedó totalmente descolocado. El libanés se retiró. El locutor de ESPN, Norman Chad, describió el movimiento de Moneymaker como “el farol del siglo”.

Chris era el nuevo campeón y se alzaba de esa manera con el premio de los 2 millones de dólares.

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