Democracia y desarrollo, Ángel Lombardi

Lo primero es entender que ambos conceptos forman parte de la evolución civilizatoria de la humanidad y cuyos orígenes son occidentales, pero que hoy son expectativas universales. Como la realidad siempre está en evolución y cambiando, así van cambiado el sentido y alcance de muchos conceptos, lo que obliga a una actualización permanente teórica.

Hoy la palabra democracia trasciende lo político igual que el desarrollo trasciende lo económico.
La democracia no es sólo sufragio y división de poderes sino un sistema de convivencia y derechos universales. Igual que el desarrollo es mucho más que el PIB, aunque el desarrollo exige una economía sana, pero que se proyecte sobre la totalidad social, es decir, todos los sectores de la sociedad, de manera solidaria y apuntando no sólo al bienestar material sino a la calidad de vida, en todo sentido.
Ambos conceptos están en revisión y actualización progresiva y de acuerdo a experiencias de carácter mundial.

Los sistemas políticos tienen que responder de manera práctica y eficiente, no sólo a las necesidades del presente sino también a las expectativas racionales con respecto al futuro. En Venezuela la democracia fue el proyecto político del siglo 20 y debe serlo del siglo 21, así como en el siglo 19 el proyecto político fue la Emancipación y la República. En estas últimas dos décadas nos ha tocado la terrible experiencia de otra vez la autocracia y la dictadura y la destrucción de la economía y sus perversas consecuencias sobre la sociedad. Emigración masiva, empobrecimiento mayoritario, y dislocación del tejido social. Un enorme retroceso en sentido histórico, que colocó al país y su gente en la postración y el desaliento. Pero las sociedades no se suicidan y siempre hay un grupo de personas que no se rinden y luchan más allá de la mera sobrevivencia.





Entramos en una fase política, 2023-2024, con posibilidades objetivas de cambio igual que a nivel geo-político global. El petróleo vuelve a convertirse en una oportunidad como palanca dinamizadora de nuestra economía. No es un regreso al rentismo, sino una posibilidad real de retomar el camino al desarrollo y la democracia, interrumpido en las últimas décadas.