“Nos quedamos sin nada”: En Santa Ana temen revivir la pesadilla del deslave que arrasó con el pueblo

La familia tiene las marcas en su casa de la altura a la que llegó el barro.

 

La madrugada del 19 de noviembre de 2020 quedará grabada para siempre en la memoria de los habitantes de Santa Ana, un pueblo ubicado en la Península de Paraguaná, justo donde está el monumento natural Cerro Santa Ana.

Por Corresponsalía La Patilla





Ese amanecer ha sido el más oscuro que recuerdan, pues tras una fuerte lluvia, el cerro se saturó de agua y comenzó la pesadilla. Casi todo el pueblo quedó inundado.

“El agua venía con todas sus fuerzas, se llevó todo. Quedamos sin nada. Es increíble cómo pasó todo, pensamos que nunca iba a salir el sol, solo se veía el agua. Yo vi cómo la corriente se llevó la cocina y no pudimos hacer nada”, dijo Jesús Arenas, un habitante de Santa Ana.

Luego de ese deslave, estuvieron tres días a oscuras, sin energía eléctrica, pero con abundantes promesas de políticos que visitaron el lugar de la tragedia.

El actual alcalde Abel Petit, junto a su equipo, se presentó en el pueblo y prometió la limpieza de las quebradas, las calles y, sobre todo, el dragado hacia el monumento natural para evitar que los cauces volvieran a arrasar con las casas, donde el barro llegó hasta un metro de altura.

 

 

“Nos prometieron villas y castillos, y no cumplieron. Nuestras necesidades siguen intactas, ni siquiera nos hemos podido recuperar de aquel desastre. Las casas tienen las marcas en las paredes donde quedó el barro, porque no nos alcanza el dinero ni para comprar un pote de pintura y tapar esas marcas que nos recuerdan que quedamos sin nada”, rememoró Arenas.

Esta dramática historia pareciera que puede repetirse. Cada vez que llueve con fuerza en el cerro, todos empiezan a rezar para que esas quebradas no se desborden y terminen por llevarse todo a su paso.

El pasado 8 de noviembre, casi dos años después de la tragedia de la que aún no se recuperan, llovió con tal intensidad que las quebradas volvieron a salirse de su cauce, aunque no en la misma magnitud de aquel 19 de noviembre de 2020.

Sin embargo, se inundaron los sectores Sur y El Cardonal, y lamentablemente estos falconianos perdieron los poquitos enseres que habían recuperado.

Y otra vez estuvo en el pueblo una comisión del régimen de Maduro para ofrecer la limpieza de las quebradas, que debió ejecutarse hace dos años y que nunca se materializó.

El desbordamiento dejó anegadas casi todas las calles del pueblo, incluso, no se podía transitar por las vías. Por fortuna, bajó el nivel del agua y los mismos residentes comenzaron a limpiar.

 

 

Ayudaron a quienes no lo necesitaban

 

En Santa Ana aún están intactos los momentos del deslave de hace dos años

 

En el deslave de 2020, Protección Civil detalló que fueron 1.080 familias damnificadas y 942 casas inundadas en 12 caseríos, pero este año no hubo información oficial sobre la cuantificación de los casos.

El hermetismo es lo que ha prevalecido en este periodo cuando muchísimos venezolanos han sufrido los embates de intensas precipitaciones. Solo se conocen detalles de la tragedia al momento de abordar a los afectados.

Por ejemplo, una de las tantas familias perjudicadas por el fenómeno natural, perdió todos sus enseres y parte del techo de la casa que no han podido sustituir. Elizabeth Salina vive en una casita con ocho personas, entre las que se cuentan tres niños. Por el deslave de 2020, perdió todo, incluso, el techo de uno de los cuartos de la casa, lo que no ha podido resolver.

“Yo vi cómo mi cocina fue arrastrada por el agua. A nosotros solo nos quedó la ropa que cargábamos puesta, porque hasta el escaparate se perdió. Claro, con agua, el cartón piedra se deshizo. Ahora estamos viviendo como podemos. Aún tenemos el cuarto sin techo, el piso prácticamente es pura tierra y todos dormimos en un solo cuarto, pidiéndole a Dios que eso no vuelva a pasar”, rezaba la mujer.

 

 

Recordó que los políticos del régimen llegaron con colchones, neveras, cocinas y algunas otras cosas, pero era insuficiente para la cantidad de gente que perdió todo. Entonces, ellos se concentraron en un solo sector y dejaron los demás olvidados. “Fueron al sector La Malonera, donde ya no había agua, porque las quebradas a ellos les pasaron por un lado y allá entregaron todo. Esa gente no perdió nada, nosotros sí, y a nosotros no nos atendieron”.

“Con los días, me di cuenta de que nosotros mismos debíamos limpiar la casa, buscar la manera de levantar la entrada por si esa tragedia vuelve a suceder, y acomodarnos con lo que nos quedaba, que era casi nada. No me equivoqué, no recibimos ayuda, no volvieron después que se tomaron las fotos. Todavía la casa tiene las marcas de esa tragedia, y al pensar, me da mucha ansiedad y ganas de llorar porque afortunadamente estamos vivos”, expresó Salina.

Medio siglo protegido

 

La entrada desde Santa Ana al monumento natural necesitó el dragado con maquinaria después del deslave, acción que no cumplieron los gobernantes

 

El monumento natural Cerro Santa Ana consta de tres picos, un cerro que se extiende por dos municipios de Paraguaná (Carirubana y Falcón) y que se puede ver desde la isla de Aruba, porque tiene una altura de 830 metros y una superficie de 1.900 hectáreas.

Fue decretado monumento natural el 14 de junio de 1972 y está bajo la protección del Instituto Nacional de Parques (Inparques).

Tiene cinco pisos bióticos que, pese al clima árido de Paraguaná, no se alteran. Se puede conseguir flora y fauna distinta en cada paso, y se distribuyen en zonas xerófilas, tropófilas, selva nublada, matorral antillano y la vegetación enana.

Alrededor del monumento crecieron los caseríos Santa Ana, Moruy y Buena Vista. La gente vive de la cría de animales y de pequeños conucos, aunque con los años estas actividades han mermado por el aumento del hurto de chivos y ovejos, y la falta de agua para la siembra.

Estas comunidades pueden padecer hasta tres meses sin agua potable por tuberías, y esa terrible circunstancia los obligó a que hace dos años a escalar el cerro para llevar agua del manantial a sus hogares y al menos satisfacer esta necesidad básica. Se comenta en el pueblo de Santa Ana que estas acciones por la búsqueda de agua podría ser el factor principal de que el cerro sufriera un deslave.

Lo que dice la Ciencia

 

Quedaron hasta sin parte del techo.

 

Posterior al deslave desde cinco zonas que sufrió el monumento natural, investigadores del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) acudieron al lugar para analizar qué pasó en el monumento natural y se comprometieron en dar los resultados a la población y a los gobernantes para buscar soluciones que no alteren el ecosistema del cerro y que los habitantes de sus alrededores no se vean amenazados. Sin embargo, hasta la fecha los habitantes de Santa Ana confirmaron que esta información nunca llegó a sus manos. Saben que se realizó un estudio, pero desconocen sus resultados.

Alberto Núñez, jefe local de guardaparques, con 43 años de servicio en el estado Falcón y 29 años como voluntario en el monumento natural Cerro Santa Ana, detalló que el Ivic informó que este deslave se debió a tres movimientos telúricos que ocurrieron un día antes del deslave, debido a la alteración que sufrió el ecosistema, porque estaban extrayendo el agua de sus distintos pisos.

Núñez aseguró que en parte la intervención humana en el cerro desencadenó el desbordamiento de las quebradas. “Es una manera de protegerse. Afortunadamente no pasó más de eso. En ese estudio se comprobó que la península está llena de agua en sus suelos y que el cerro es de agua. También se comprobó que el monumento natural tiene la facultad de regeneración, pues lo ha hecho solo. De los cinco deslaves que sucedieron, solo queda un área abierta que se está recuperando poco a poco”.

“Desde aquí abajo se podían ver los cinco rasguños del cerro, que ya no están. Solo queda abierto el más grande, pero todos los días cuando hacemos la inspección, vemos cómo poco a poco se va recuperando. El cerro estuvo cerrado al público casi año y medio, ya los caminos están nuevamente aptos para que puedan subir y conocer sus bondades y bellezas”, dijo el guardaparques.

Inparques trabaja con las uñas

 

 

El monumento natural es resguardado por cuatro grupos de 21 guardaparques, todos habitantes de los caseríos cercanos que han ido conociendo el Cerro Santa Ana para así darle protección. Tienen dos sedes: la principal ubicada en Santa Ana y la segunda en Moruy.

Núñez organiza a estos grupos y también a 35 pequeños guardaparques desde los 5 años de edad hasta los 14 años, quienes residen en la comunidad y comienzan a prepararse para proteger al monumento.

Todo este trabajo lo hacen prácticamente ad honorem, pues el bajo salario que devengan lo usan para tener mejores condiciones laborales. “Compramos un tanque de agua que cuesta ocho dólares para poder limpiar los espacios y tener agua en los baños, sobre todo por si viene un turista. También con nuestro salario hemos hecho rifas para comprar radios portátiles, luces, linternas, material de limpieza y celulares. Cada mes, un trabajador tiene su celular nuevo, gracias a la cooperativa, porque todos estábamos incomunicados”, explicó Núñez.

A este grupo le preocupa la seguridad, pues el pueblo no cuenta con cuerpos policiales, lo que ha dado pie a que los cazadores ingresen al monumento para acabar con las especies únicas como el venado, el cunaguaro y el ratón mochilero. Aunque Inparques exhorta para , temen ser atacados por estos grupos.

Un pueblo que no se recupera

 

Las quebradas volvieron a dejar a Santa Ana incomunicada, aunque no hubo deslave del cerro

 

Aunque no hay cifras oficiales de las familias afectadas por las recientes lluvias en Santa Ana, cuando se camina por el pueblo es evidente que existen muchas necesidades: las calles están repletas de huecos, y la tristeza se observa en los rostros de la gente aterrorizada que las quebradas arrastren lo poco que les queda.

Del deslave, aún quedan muchas cicatrices y también una sensación de abandono por las promesas que no se cumplieron. “Se salieron las quebradas y vinieron otra vez a prometer que las van a limpiar. Se tomaron las fotos y se llenaron de barro para decir que nos están ayudando, pero lo único que recibimos es una bolsa de comida con los productos del Clap”, dijo con desazón uno de los pobladores de Santa Ana.

 

 

 

En noviembre de 2020, el deslave del Cerro Santa Ana arrasó con el pueblo