El macabro experimento que logró reanimar a cabezas de perros

El macabro experimento que logró reanimar a cabezas de perros

Sergei Brukhonenko fue el científico soviético que lideró la ‘hazaña’ médica. FOTO: iStock

 

Son innumerables los macabros experimentos que se han llevado a cabo ‘en nombre de la ciencia’. Si existen individuos en el mundo que han tratado de exceder los límites de la naturaleza esos son, precisamente, los científicos, para quienes las enfermedades, los fenómenos médicos e incluso la muerte nunca han sido impedimentos para alcanzar el triunfo.

Por eltiempo.com





A los soviéticos se les atribuye una gran cantidad de éxitos, pero también unos cuantos fracasos que, aún hoy en día, siguen inmortalizados en la memoria de millones de ciudadanos y, especialmente, de científicos.

Desde una ardua carrera espacial hasta misiones de inteligencia, revoluciones políticas y grandes apuestas económicas, la Unión Soviética intentó, al igual que muchos otros estados, hacerse con el liderazgo de varios campos a escala global. La ciencia, por supuesto, no fue la excepción.

Para fortuna de los animales y de muchas otras especies, la ciencia es una disciplina que no se ha mantenido constante durante las últimas décadas; por el contrario, ha sufrido variadas y controvertidas transformaciones. Tanto los individuos como los métodos experimentales científicos han cambiado para dar paso a una nueva manera de entender las relaciones con los humanos: una en la que la ética se erige como protagonista principal. Sin embargo, esto no siempre fue así.

¿Cabezas de perros vivas, aún después de que sus dueños estuviesen muertos? ¿Corazones en funcionamiento unidos a un mecanismo de sangre artificial? ¿Perros zombies? No, no es la descripción de una secuela de ‘Frankenstein’ -aunque lo parezca-, es mucho más que eso: son algunos de los detalles de un experimento en el que los soviéticos intentaron, de la forma más insólita, tratar de revivir a los muertos.

La mente detrás de un macabro experimento

La era del estalinismo -modelo que propone la centralización de la economía, el Estado monopartidista y la intervención total del Estado- no sólo dejó grandes secuelas a nivel político y económico, sino que también vio surgir a uno de los científicos más reconocidos de la Unión Soviética.

Se trata de Serguéi Bryujonenko, la mente maestra detrás del macabro experimento que le dio la vuelta al mundo y no precisamente por ser un ejemplo a seguir en la rama de la bioética, sino más bien por desafiar los límites de la naturaleza.

 

Nacido en Kozlov, Imperio Ruso, Serguéi Bryujonenk fue un científico conocido, principalmente, por ser el ideador y ejecutor de varios de los orgullos patrios del régimen soviético. Se graduó de la Facultad de Medicina de la Universidad de Moscú en 1914, “justo a tiempo para ser reclutado por el Ejército Imperial Ruso y ser testigo de los horrores de la Primera Guerra Mundial”, según el portal de noticias estadounidense ‘Salon’.

No sólo fue vital para el desarrollo de los procedimientos a corazón abierto en Rusia -pues fue uno de los líderes del Instituto de Investigación de Cirugía Experimental, donde el profesor Alexander Vishnevsky realizó la primera operación a corazón abierto en 1957-, sino que marcó un precedente en los límites de la experimentación científica.

Aunque parezca imposible, la resurrección de animales no fue la primera preocupación médica de Bryujonenk. Mucho antes de ser elogiado y criticado a partes iguales por su contribución al campo científico, el legendario experto mostró un gran interés por las transfusiones sanguíneas, luego de que descubriese que el Suraním, un medicamento humano y veterinario usado para tratar infecciones causadas por helmintos parasíticos, lograba que la sangre “fuera más fluida y no se coagulara aunque la dejara quieta en un recipiente”, de acuerdo con el diario español ‘La Razón’.

 

Después de este revelador descubrimiento, la curiosidad científica de Bryujonenk no hizo más que incrementar. Gran prueba de ello es que se sumergió unos años después, junto con el doctor Tchechulin, en el poco explorado y misterioso mundo de la circulación extracorpórea.

¿Cómo podía mantener con vida a los heridos de la guerra mientras se reparaban los traumatismos?, fue una de las preguntas que llevó al científico a desarrollar en mitad de la década de 1920 el famoso dispositivo de circulación extracorporal, a través del cual se podía “extraer sangre ya usada -sin oxígeno- de las venas, oxigenarla como hacen habitualmente los pulmones y entonces bombearla de vuelta al cuerpo a través de las arterias”, de acuerdo con el diario español mencionado anteriormente.

Su invento era más que prometedor y fue, precisamente, él mismo quien se encargó de llevarlo mucho más lejos. No le bastó con la circulación extracorpórea -que para esa época ya había sido explorada por LeGallois y Brown-Sequard-, sino que buscó aplicar la técnica en un cadáver. ¿El objetivo? Que su corazón volviese a latir. ¿Lo consiguió? Sí, de la manera más macabra y tétrica posible.

‘Experimentos en la Reanimación del Organismo’

‘Experimentos en la Reanimación del Organismo’ es, quizás, una de las documentaciones más desconcertantes de la historia médica y también una de las más controversiales que aún, décadas después, sigue recorriendo Internet.

Dirigido por D.I. Yashin y narrado por las eminencias científicas Walter B. Cannon (fisiólogo estadounidense) y John Burdon Sanderson Haldane (genetista británico), la cinta registra una serie de experimentos realizados en la Unión Soviética, encaminados a revivir organismos que se encontraban clínicamente muertos.

Para 1940 una sola imagen eclipsaba las pantallas de decenas de científicos a lo largo y ancho del mundo: la cabeza decapitada de un perro que, en medio de las limitaciones propias de la muerte, trataba de sostener la mirada y reaccionar a una diversidad de estímulos externos tanto auditivos como visuales y gustativos.

La hazaña médica -catalogada así por diversos medios internacionales- fue liderada por Serguéi Bryujonenko quien, junto a otro grupo de científicos, logró mover muchas supuestas imposibilidades biológicas al campo de lo posible. Lo que muchos se estarán preguntando para este momento es: ¿cómo lo hizo?

https://twitter.com/RealOlaudah/status/1471559627838009356?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1471559627838009356%7Ctwgr%5E7b6d5d96dc6ace6d329e73d9bad7c94411bbd0a4%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.eltiempo.com%2Fvida%2Fciencia%2Fel-cientifico-ruso-que-logro-reanimar-cabezas-de-perros-707949

Su estrategia consistió en aislar órganos individuales para mantenerlos en funcionamiento, antes de, finalmente, devolver la vida a un animal completo. “Brukhonenko materializa los ‘milagros’ gracias a una serie de mecanismos artificiales de circulación de sangre y oxígeno, que en el vídeo se ilustran mediante gráficos antes de mostrar su funcionamiento real”, de acuerdo con el diario español ‘ABC’.

En el primer experimento se muestra cómo un corazón extraído de un perro se mantiene con vida debido a un mecanismo que bombea sangre de forma artificial; luego, un pulmón sigue sus pasos a través de métodos similares.

A la lista de partes se suma la cabeza del animal que, al igual que los otros órganos, no decepciona y vuelve a la vida mediante el bombeo de sangre oxigenada a través de las arterias. Aparentemente, la cabeza decapitada es capaz de responder a estímulos auditivos, visuales y gustativos.

La verdadera sorpresa llega cuando aparece en escena una máquina denominada autojector que, a diferencia de las técnicas anteriores, no pretende revivir órganos aislados sino al organismo completo del animal. Mantener viva una cabeza era una cosa; resucitar a los muertos era otra muy distinta.

El autojector es conectado a un perro anestesiado para drenar su sangre por completo y, tan sólo unos minutos después, es declarado clínicamente muerto por los científicos. Luego de diez minutos del fallecimiento del animal, el último experimento comienza con la activación de la máquina.

“Durante el tiempo que siguió no sucedió absolutamente nada. Nada hasta que un pitido rompió el silencio. Era el primer latido del corazón canino después de su muerte. A ese latido se siguió otro, y luego otro, cada vez más fuertes y regulares”, relata ‘La Razón’ en su página web.

 

 

Lo que presenciaron los científicos es un suceso para nada digno de olvidar: un perro que hace tan sólo unos minutos había sido declarado como fallecido, aparentemente había regresado a la vida para no sucumbir ante la muerte -al menos en un tiempo cercano-.

Todo parece indicar que el macabro experimento obtuvo un final feliz: el documental finaliza mostrando imágenes del perro en las que se le ve, aparentemente, feliz y totalmente recuperado de la insólita experiencia médica que vivió.

¿Verdad o mentira? ¿Propaganda soviética o proeza científica? La realidad es que aunque nunca se pudieron recolectar pruebas de la autenticidad de los experimentos -por prohibición expresa de las autoridades soviéticas-, el trabajo de Serguéi Bryujonenko obtuvo uno de los máximos premios de la Unión Soviética: el premio Lenin.

Por ahora, estos sospechosos, polémicos y, de ser ciertos, macabros experimentos quedarán en la lista de fracasos y anécdotas del Estado federal de repúblicas socialistas.