Los secretos de la macabra masacre en Bogotá: estas son las pistas de las autoridades

Los secretos de la macabra masacre en Bogotá: estas son las pistas de las autoridades

Carlos Mauricio Navarro, el hijo de la reina de las televentas Stella Durán, figura como propietario de la camioneta. Asegura que la dejó en un traspaso abierto. – Foto: Policía Nacional

 

 

 





La escena de la masacre ocurrida en Bogotá era espeluznante. En plena autopista Norte, por donde día tras día pasan miles de bogotanos, yacían dentro de una camioneta cuatro jóvenes. Nadie se había dado cuenta durante las horas que el vehículo estuvo parqueado allí, sin razón aparente, en medio de la noche. Sin embargo, alguien advirtió que una camioneta de esa envergadura, tirada en la calle, solo podía ser un signo para desconfiar.

Por Semana

Ahí surgió la primera señal de uno de los crímenes más atroces vistos en la capital: una llamada desprevenida a la línea 123. Tras el reporte del vehículo dejado en la vía, las autoridades enviaron a los primeros investigadores, quienes pensaron que se trataba de un carro con explosivos. El equipo de criminalística llegó vestido de blanco, de pies a cabeza, y acompañado de expertos perros pastores alemanes. Por la hora (eran las diez de la noche) y por el hecho de que la camioneta era blindada, los expertos duraron más de tres horas en determinar que no existía en el vehículo esta amenaza.

Sin embargo, cuando abrieron finalmente la camioneta, ya seguros de que no era un carro bomba, encontraron en el baúl una imagen escalofriante. Cuatro cadáveres, tres hombres y una mujer, se encontraban uno tras otro. Uno de ellos con una bolsa negra que le envolvía la cabeza. Y los otros, con sus rostros y cabeza impactados por los disparos.

Por los estrictos protocolos que existen para este tipo de casos, que impiden que se rompan las cadenas de custodia de una investigación penal, nadie los tocó. Contactaron a la Policía Judicial y a criminalística. Lo primero que llamó la atención es que ninguno de ellos tenía documentos, ni joyas, ni relojes, ni plata, ni billetera. Pero sí señales muy fuertes de que con su muerte lo que se quería era enviar un mensaje. ¿Una venganza? ¿Una rencilla entre bandas? La intención de una advertencia era evidente.

Por la bolsa en la cabeza se pensó inicialmente que los responsables eran miembros de la banda delincuencial Tren de Aragua. Se trata de sanguinarios criminales que aterrorizan el sur de la ciudad y se consideran responsables de 17 asesinatos, en los que las víctimas fueron envueltas en bolsas negras. La violencia que ejercen contra sus víctimas es extrema: suelen filmar sus asesinatos y el sello definitivo es dejar los cadáveres completos en plástico. La orden de ellos ha sido eliminar la competencia de maleantes y apropiarse de Bogotá como sede de sus fechorías. El viernes en la mañana, el coronel Herbert Benavides, comandante encargado de la Policía Metropolitana de Bogotá, explicó que la hipótesis más fuerte que se manejaba, por el momento, era un “ajuste de cuentas” de grupos de microtráfico.

Sin embargo, en cuestión de horas, esa hipótesis y ese grupo, el Tren de Aragua, se comenzaron a descartar. Muchos elementos se sumaron para que se identificara rápidamente que el crimen estaba enmarcado en un contexto más duro de lo pensado inicialmente. Lo primero que se supo era el nombre del propietario del vehículo, una camioneta Toyota color gris xerus, con placas CJE 835: Carlos Mauricio Navarro.

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