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Tony García dice que conoce el océano Pacífico como la palma de su mano porque, desde los 12 años, es pescador. Mientras otros niños solo iban a la escuela y jugaban al fútbol, él se despertaba en la madrugada y ayudaba a sus familiares que se adentraban en altamar para atrapar diversas especies de la fauna marina como pargo, lenguado, mero o corvina.
“Sí sabe uno cómo correr cuando hay mal tiempo, por las marejadas, hay que tomar todo con calma. No precipitarte, ni hacer las cosas a la carrera porque la puedes hacer mal y un error a veces es fatal”, dice con serenidad.
Pero, desde hace unos años, García y otros veteranos marineros de Ensenada, Baja California, ya no solo se dedican al arte de pesca. Las redes criminales de tráfico de personas los reclutan para transportar a migrantes en lanchas y otras embarcaciones pequeñas que parten desde las costas del país hacia Estados Unidos.
“A veces te agarran vientos, tormentas, y tienes que cuidar a la gente que estás llevando, van agachados, con chalecos, y te las ves dura… es mar abierto. Ves una fragata [de la Guardia Costera de EE.UU. o la Marina mexicana], ves una luz y tienes que retirarte muy lejos. Te abres 100, 150 millas para adentro. Y ahí te vas metiendo, hasta llegar a tierra. Como a las 12 de la noche, 1 de la mañana, tienes que estar llegando y bajando a la gente”, explica el pescador sobre sus correrías nocturnas.
Aunque las lanchas de pesca que normalmente se usan en esa zona solo están diseñadas para transportar a seis personas, García detalla que al principio llevaba de 15 a 20 migrantes pero ha llegado a cruzar hasta 28 o 30 pasajeros en las frágiles embarcaciones con las que surca los mares nocturnos.
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