Desapareció en 1970 en una playa de Australia y todavía se ofrece recompensa por sus datos

Desapareció en 1970 en una playa de Australia y todavía se ofrece recompensa por sus datos

Cortesía

 

El 12 de enero de 1970 Cheryl Grimmer, que en ese momento tenía tres años, pasó la mañana en la playa de Fairy Meadow, en Australia, junto a su mamá y sus hermanos.

Por: Clarín





A las dos de la tarde, Carole, la mamá, advirtió que una fuerte lluvia estaba próxima y buscó a sus hijos -Ricki (de 7 años), Stephen (5), Paul (4) y la pequeña Cheryl- para retornar a su casa.

Antes de partir, la consigna fue que los niños se quitaran la arena en las duchas del lugar. La mamá, mientras tanto, recogía los elementos de playa.

Los hermanos en ese segundo se dividieron. Cheryl fue sola al vestuario para mujeres. Como tardaba, Ricki comenzó a insistirle desde la puerta. Ella contestaba que no quería salir.

Pasaron algunos minutos y él, enojado, fue hasta donde estaba su madre para avisarle. Carole, sin demoras, fue al sector de duchas. Pero Cheryl ya no estaba.

Comenzaron a buscarla. No tuvieron éxito. La desesperación comenzó a crecer. Ya a media tarde, buscó un teléfono para comunicarse con la policía. También contactó a Vince, su marido, que trabajaba en la Armada, para que fuera al lugar.

Llegaron enseguida investigadores y voluntarios. Algunos testigos dijeron que habían visto a un hombre agarrar a una pequeña y salir corriendo con ella envuelta en una toalla blanca.

Las pistas endebles

Como suele ocurrir en estos casos, los testimonios interesados no tardaron en aparecer.

Pocos días después llegó una nota pidiendo 10 mil dólares para devolver a Cheryl ilesa. Llevaron el dinero, pero el supuesto secuestrador no apareció.

Un año y medio después un adolescente lugareño confesó haberla secuestrado, intentado violar y estrangulado. Dio detalles del lugar de los hechos.

Los investigadores fueron con él allí. Una vez en el lugar el joven comenzó a mostrarse inseguro. Por otra parte, el dueño de la propiedad contradijo los dichos del auto incriminado. Con lo cual, su confesión quedó descartada.

La repercusión en los medios

El caso se volvió cada día más importante en la televisión, la radio y los diarios. Aunque esto no logró que surgieran más datos. Con este panorama, el tema quedó congelado.

La policía ofreció recompensas cada vez más tentadoras. Sin embargo, nada llevaba a buen puerto.

Para comienzos de este milenio, la policía australiana suponía que tanto Cheryl como su secuestrador podían estar muertos. Aunque reeditaron las retribuciones para poder llegar a la verdad.

Los Grimmer, después de Cheryl

En el momento de la desaparición de la pequeña, Carole tenía 26 años y Vince, 24.

La familia había emigrado hacia muy poco tiempo de Gran Bretaña, en busca de mejores perspectivas laborales.

En el momento de mayor exposición, volvieron a su tierra. Pero luego retornaron a su nuevo lugar.

Ambos mantuvieron intactas las esperanzas de encontrarla viva y dedicaron sus vidas a lograrlo.

En 2004 murió Vince. Tenía 58 años y el caso de su hija había detenido su carrera y su vida. Carole falleció a sus 70, sin haber bajado jamás los brazos.

Un caso que sigue abierto

A pesar de los años, las supuestas puntas para llegar a la verdad no dejaron de aparecer.

En 2008, una mujer con la misma fisonomía y la edad que hubiera tenido Cheryl dijo ser la niña desparecida. El examen de ADN descartó la opción. Y la decepción de la familia se acrecentó.

En 2011, cuando hubiera cumplido 45 años, Cheryl fue declarada oficialmente muerta.

Pero poco tiempo después la investigación se reabrió. Ofrecieron cien mil dólares por los datos fehacientes.

Unos años más tarde el expediente quedó en manos del detective Frank Sanvitale, quien se dedicó a revisar obsesivamente la información disponible. Su foco fue la confesión del joven que en 1971 aseguró haberla asesinado y cuya pista fue descartada.

Se revisó la declaración y se advirtió que tenía precisiones que fueron pasadas por alto.

También buscaron los testimonios de los testigos y coincidían con el relato del joven que se autoincriminó.

Los investigadores lo buscaron y descubrieron que residía en Melbourne. Pero el acusado se declaró no culpable y negó haber estado en Fairy Beach ese día.

Su nombre nunca fue revelado. Aunque se supone que supera los 65 años y que había llegado a Australia diez años antes del crimen.

La defensa, además, alegó que el acusado tenía una enfermedad mental.

Agotado por tanto esfuerzo, después de 21 años con el caso, el Sanvitale renunció al equipo de investigación.

A principios de 2020, a 50 años de la desaparición de Cheryl, la policía de Nueva Gales del Sur reactivó el tema, con el ofrecimiento de 700 mil dólares de recompensa a quien aporte pistas o datos fehacientes.

Tristeza sin vencimiento

Por otro lado, Ricki, el primogénito de la familia, ya es un hombre mayor y sin embargo no logró quitarse de encima el peso de esa fatalidad.

“Todos los días recordamos la trágica manera en que nos fue quitada nuestra hermana y esperamos que esta nueva recompensa traiga justicia. Además, contó que su padre le recriminó durante mucho tiempo haberla dejado allí”.

Mientras que Stephen, el segundo de los hermanos, fue acusado en 2016 de comportamientos sexuales inapropiados con una menor de 14 años, y estuvo detenido por esos hechos.

Sobre su hermana, Stephen contó “esto es algo de lo que nunca te recuperas. Siempre está en mi mente”.