Caso Adriana Pinzón: “Conocí a Jonathan, es un mitómano que engaña mujeres”

Caso Adriana Pinzón: “Conocí a Jonathan, es un mitómano que engaña mujeres”

Jhonathan Torres tendrá que responder por el homicidio de Adriana Pinzón. FOTO: Fiscalía general

 

“Yo conocí a Jonathan Torres entre los años 2008 y 2009. Pertenecíamos a un grupo llamado Escuadrón Móvil de Carabineros de la Policía (Emcar) que es contraguerrilla en el departamento del Cauca. Yo había llegado un año antes”.

Por eltiempo.com





*Pedro dice que a ese lugar arribaban algunos policías que habían hecho algo mal. Algo así como una especie de castigo. “Allá terminaban muchos malos, me entiende y Jonathan llegó de esa forma, castigado, pero desconozco de dónde venía él”. De él sabían que era originario del Llano al igual que toda su familia.

En aquel lugar, todos los días, convivían unos 30 policías las 24 horas durante 50 días, solo descansaban diez y otra vez volvían a su rutina. “Era imposible no terminar conociendo muchas personalidades. Dormíamos, comíamos juntos, éramos muy cercanos. Por eso, sin ser un médico, le puedo decir que Torres tenía un problema psicológico grave: era mitómano”.

Esa era su fama. Sus compañeros se comenzaron a dar cuenta de que todo el tiempo estaba diciendo mentiras. Era una historia tras otra la que ellos lo escuchaban contar hasta que terminaron llevándole la corriente como quien le tiene paciencia a un enfermo. Estuvo incluso implicado en temas de robos a sus compañeros.

Hubo muchas pero la peor fue cuando  dijo que su hijo había muerto en un accidente de tránsito en el Llano. “Recuerdo que se puso a llorar como un loco. La verdad dudamos mucho de su versión, pero al final nos conmovimos de verlo tan mal y hasta reunimos dinero para que viajara. No podíamos ser tan crueles”.

Sin embargo, la duda rondaba en el ambiente. “Aunque el mayor le dio permiso también se puso a averiguar con la Policía de Tránsito del departamento donde Torres dijo que todo había pasado. Ahí fue que se enteró de que ese accidente nunca había ocurrido”. Sus compañeros cuentan que tuvo un problema disciplinario, que se abrió una investigación pero que nunca supieron en qué terminó la misma.

A Jonathan, dicen sus amigos, le gustaba mucho el dinero. “Nos dimos cuenta porque solíamos irnos a Popayán. El plan allá era con viejas. Incluso por allá terminó metiéndose con una subintendente que tenía marido. Eso fue un complique porque él aparentaba que tenía plata, pero a punta de mentiras”.

Cuentan que enamoraba a mujeres porque tenía “labia” para convencerlas, proponerles negocios. “Mejor dicho, las enredaba y las embaucaba”, contó Pedro quien también recordó una vez que convenció a unas personas en Popayán para que lo dejaran probar un carro con la promesa de que  lo compraba apenas le desembolsaran un crédito. “Les tocó ponerle denuncia porque se llevó el carro para el Llano y nunca lo devolvió”.

Quienes lo conocieron dicen que parecía tener un problema de inferioridad como si decir mentiras fuera lo único que lo hacía sentir importante, tomado en cuenta. “A veces uno lo veía solo, apartado”.

Pedro contradice lo dicho por el abogado de Torres, Jimmy Pepinoza. Asegura que él no era francotirador y que tampoco dio de baja a guerrilleros pero que sí participaron en confrontaciones en donde los heridos fueron casi siempre por balas que se disparaban desde los helicópteros. “Cuando yo estaba hacía parte de un programa de entrenamiento de perros para detección de explosivos y cuando él llegó dijo que era guía canino y sí tenía algunos conocimientos básicos. Debe ser que le inventó todas esas mentiras al abogado que ahora lo defiende. Él es así”. Eso sí, Torres, según su compañero, sí hizo un curso básico en explosivos.

Otro aspecto llamativo de la personalidad de Torres en esa época era su personalidad irritable. “Era de los tipos que cuando se salía de los chiros les daba puños a las paredes. Por eso nosotros siempre andábamos muy alertas para que no fuera a coger el fusil en esos momentos. Muchas veces le pedimos al teniente que lo cambiara. Él se notaba desequilibrado y nos daba miedo”.

Cuenta además que siempre estaba endeudado, que nunca le alcanzaba el sueldo que tenía, que pedía plata prestada para hacer negocios. “Compraba una cosa fiada, luego la vendía y nunca le pagaba al dueño. Cosas así. También se compraba cosas de oro para demostrar que era pudiente, así enredaba también a las mujeres, les inventaba negocios”.

Cuando Pedro fue trasladado a Cali nunca más volvió a saber de él hasta que este año se detuvo a ver la noticia por la desaparición de Adriana Pinzón y se dio cuenta de que era el mismo que él había conocido en Arauca. “Eché un madrazo y pensé: ese man sí es capaz de hacer eso por plata”.