Solo la economía real, la de inversión, producción y empleo, podría romper este marasmo de pobreza y desigualdad, pero se requiere financiamiento interno, crédito internacional e inversión foránea, fuera del alcance del actual régimen. Como recurso alterno se privilegia la importación sin aranceles, en detrimento de la producción nacional. Mientras la profecía de producir millones de barriles de petróleo, se estrella en la realidad operativa y financiera de nuestra primera industria.
Se controló la hiperinflación mediante el anclaje cambiario, pero al costo de liquidar dólares de las reservas internacionales, de reducir el gasto público y un severo encaje legal, para sustentar un Bolívar sobrevaluado. Una ficción, que será cuestión de tiempo para que dé lugar a un gran ajuste cambiario y al repunte inflacionario, salvo que creciese considerablemente el ingreso en divisas.
La generación de la riqueza que permita elevar las condiciones de vida, no es un proyecto de este régimen, que no cuenta con los recursos ni con la competencia necesarios. Entretanto, desigualdad y pobreza continuarán como la procesión que va por dentro, como esa que ha sido bomba de tiempo en otros países con mucha más estabilidad y solidez económica que el nuestro…