Lucha por la vida: ¿los incomprendidos tiburones tendrán un mañana en Venezuela?

Lucha por la vida: ¿los incomprendidos tiburones tendrán un mañana en Venezuela?

Foto: Centro de Investigación para Tiburones

 

 

Entre todas las joyas naturales que posee Venezuela, los tiburones conservan un puesto destacado, uno que han ocupado desde la Prehistoria y que hoy se ve amenazado por la acción de la mano humana. Por fortuna, un grupo de investigadores lleva casi 30 años de estudio y orientación para aliviar las asperezas entre estos habitantes de los mares venezolanos, totalmente inocentes, y el Homo Sapiens.





Por Ana Guaita Barreto y Daniel Mendez Chacón | lapatilla.com

El Dr. Leonardo Sánchez es una de las autoridades científicas que, desde el 2005, tomó el testigo del Centro para la Investigación de Tiburones de Venezuela (CIT), fundado en 1993 por el también investigador, el Dr. Rafael Tavares. Desde sus inicios, el CIT se ha encargado de darle luz a la ignorancia que imperaba respecto a las particularidades de tales especies en el país. Su equipo está constituido en la actualidad por biólogos marinos, instructores de buceo, pescadores, apoyo técnico, entre otros colaboradores.

Los tiburones, muchas veces admirados y otras tantas temidos debido a su injustificado papel de villanos en diversas producciones cinematográficas, en realidad, “son seres esenciales para toda la vida marina”. Así nos lo cuenta Sánchez, quien asegura que “la vida en general de muchas especies depende de la presencia de los tiburones. Los tiburones tienen, por lo menos, 400 millones de años de evolución en el planeta. Ellos han modelado los ecosistemas marinos desde ese entonces, siendo los principales depredadores”.

Los depredadores tope constituyen un patrimonio del ecosistema. Por tal razón, el director del CIT define a los tiburones como “los médicos de los mares”. También indica que “lo primero que hacen los tiburones de importancia es regular a las poblaciones de sus presas. Los tiburones todo el tiempo, todos los días, a toda hora, están seleccionando a individuos enfermos y entonces mantienen a las poblaciones de peces saludables”, al prevenir el contagio de enfermedades y de patrones genéticos defectuosos. Asimismo, explica que estos depredadores “tienen un sistema inmunológico espectacular”, producto de esos millones de años de evolución.

A causa de todo lo anterior, nuestro investigador alerta que “sin los tiburones, en muy pocos años las poblaciones de peces colapsarían porque los ciclos de vida de los peces son muy cortos, suelen ser a lo máximo de años, pero normalmente cortos”. Cuando esa población se renueva y reproduce constantemente, es inevitable que, más temprano que tarde, proliferen epidemias y defectos biológicos entre todas las presas que regularmente consumen los tiburones, es decir, lo que constituye a la mayoría de las especies marinas.

Otro dato que evidencia la importancia de los tiburones es su presencia generalizada en todos los océanos del mundo. “El mar no es un solo ecosistema, sino que hay diferentes ecosistemas: hay costeros; de arrecifes; de aguas abiertas; de profundidad… en todos esos están los tiburones”, afirma Sánchez. Concretamente, en Venezuela existen más de 60 especies de tiburones según el último inventario realizado por Tavares. Algunas de las especies más destacadas de tiburones en Venezuela son: Tiburón Zorro, Cazón Amarillo, Tiburón Bobo, Tiburón Piedrero, Tiburón Mako, Tiburón Azul, Cazón Playón, Tiburón Gata, Tiburón Carite o el Tiburón Ballena.

Gracias al trabajo del CIT, “se pudo determinar que el archipiélago de Los Roques es la principal área de cría de tiburones de todo el Caribe sur”. Dicho descubrimiento produjo que la pesca de condrictios fuera terminantemente prohibida en esa zona a través de un decreto emanado por las autoridades de pesca de la nación. Al respecto, Sánchez señala que “las áreas de cría son zonas de vivero, zonas donde las hembras van a parir a sus bebés y estos permanecen allí durante los primeros meses o años de vida. Son áreas esenciales para la conservación de los tiburones en todo el mundo porque aportan reclutas a la población de adultos”. A pesar de esto, en las cercanías del archipiélago “algunos pescadores siguen realizando capturas de tiburones de manera ilegal y algunas posadas ofrecen cazón como parte de su menú”, lamenta el director del CIT.

Frente a la tendencia cultural que etiqueta a los tiburones como un peligro para los bañistas, surfistas y cualquier incauto que nade en mar adentro, Sánchez recurre a las estadísticas para demostrar que tales fieras del mar muy rara vez suelen tener desencuentros con seres humanos. El investigador asegura que las mordidas de un tiburón no se dan “porque sean asesinos sedientos de sangre. No formamos parte de su dieta, no somos apetecibles a su paladar, pero extrañan a sus presas naturales, las mismas presas que estamos extinguiendo por nuestro modelo de vida insostenible”. Asimismo, comenta que “para un tiburón hambriento es fácil confundir a un humano con una foca”.

Lejos de la creencia popular, los ataques de tiburones no se encuentran entre las diez primeras causas de muerte relacionadas con animales. Inclusive, según los registros, los mosquitos o los perros producen mayores decesos al año que los elasmobranquios. Por si fuera poco, el especialista recuerda: “el animal más peligros es el humano”.

Sobrepesca y degradación ecológica

Entre los riesgos que corren los tiburones en Venezuela, Sánchez señala principalmente a dos de ellos como los más sensibles: la sobrepesca y la degradación de ecosistemas marinos. A partir de este par de lamentables realidades, se desprenden otras más puntuales como: el tráfico de aletas; la pesca fantasma; el consumo de carne de tiburón (generalmente cazones jóvenes); los derrames petroleros; y la contaminación producida por microplásticos desperdigados en los mares.

En primer lugar, el tráfico de aletas se constituye como una de las actividades que más amenaza a estos peces. Creencias erróneas ligadas a ancestrales culturas asiáticas le otorgan supuestos beneficios para la salud física y hasta la mejora del desempeño sexual al consumo de derivados de las aletas.

“Ha sido un tema creciente, cada año tenemos más reportes por la demanda de aletas de tiburón. Es gravísimo, tenemos un montón de evidencias de laboratorios que procesan estas partes y las convierten en pequeñas fibras”, explica Sánchez. De igual manera, agrega que “las aletas en realidad no tienen ninguna propiedad que se haya demostrado con estudios, es simple cartílago. Pero es un tema milenario y un negocio multimillonario”.

Según su criterio, el Estado venezolano debería involucrarse más en dicha problemática y emular los patrones de otros países vecinos, como Colombia, que prohibió por completo la pesca de tiburones. Sin embargo, al mismo tiempo reconoce que en algunos casos “ha surtido efecto la presión contra el tráfico” y las autoridades han identificado a los victimarios. Un dato elocuente es que tan solo un kilo de aletas en el mercado negro internacional podría oscilar entre los 800 y los 1.000 dólares. Por ello, Sánchez advierte que “Venezuela no puede quedar libre para las mafias”.

Otro claro peligro relacionado a la sobrepesca es el consumo indiscriminado de cazón, uno de los ingredientes predilectos para los comensales que acuden a las atractivas playas venezolanas para recrearse y olvidar el ajetreo de las urbes. El asunto es que detrás del consumo de esta apetecible carne se esconde la matanza de crías de tiburón que deberían convertirse en el recambio generacional de los adultos. “A pesar de esto, algunos pescadores siguen realizando capturas de tiburones de manera ilegal y algunas posadas ofrecen cazón como parte de su menú”, puntualiza Sánchez.

“No recomendamos el consumo de cazón, consumir tiburones no es saludable porque acumulan metales pesados”, insiste nuestro especialista, quien confiesa que también dejó de probar dicha proteína hace muchos años. Por otra parte, sugiere que, en una situación ideal y con un mecanismo adecuado para regular estrictamente la pesca de especímenes adultos, quizás pudiera mantenerse a baja escala el consumo de cazón. Pero como eso está muy lejos de suceder en Venezuela, recomienda sostener siempre el principio precautorio y salvaguardar a estos animales y, sobre todo, a sus crías.

Por si fuera poco, los tiburones también tienen otro preocupante enemigo: la llamada pesca fantasma, producida por el abandono de redes y otros dispositivos en las aguas, lo que genera un constante problema para todos los seres vivos del mar y, especialmente, para los tiburones ballena. “La pesca fantasma se refiere a las capturas producidas por artes de pesca perdidos o desatendidos que siguen funcionando. Líneas de anzuelos, redes y nasas abandonadas o perdidas pueden continuar capturando mamíferos, tortugas, tiburones y crustáceos por más de 600 años. El nylon se enreda en los corales y con el movimiento del agua los rompe, causando un gran deterioro a los arrecifes”, detalla una publicación del CIT en su cuenta de Instagram.

Los riesgos de los tiburones y la vida marina en general no acaban aquí, sino que se extienden también al efecto de la contaminación. En este renglón, los derrames petroleros destacan por la proliferación de denuncias que señalan la aparente indiferencia o, al menos, la incapacidad de la industria petrolera para evitar que los hidrocarburos, diluyentes y otros agentes tóxicos acaben regularmente en las aguas.

Adicional a lo anterior, los derivados del crudo también representan otro grave problema. En concreto, los plásticos son un elemento ajeno al ecosistema marino que le afecta muchísimo. Sánchez expone que es común ver a animales en las costas que encontraron un triste final por culpa del plástico: “Lo cofunden con medusas, sobre todo las bolsas. El plástico se adhiere fácilmente a los corales y el olor los confunde”. Tanto es así, que invita a los bañistas a observar con detenimiento a los animales muertos que “casualmente” se hallen en la playa. “Es muy probable que hayan sido víctimas del plástico, es una de las mayores causas de muerte en el mar”. En concreto, a los tiburones ballena machos el olor del plástico “lo confunden con señales de apareamiento de las hembras”.

Otro factor que ha acelerado la degradación del ecosistema marino son las construcciones irregulares de edificaciones en parques nacionales y demás zonas protegidas por las leyes. Diversos conservacionistas ya han alertado de tales situaciones en el pasado, señalando con énfasis la indignante aparición de grandes posadas en el archipiélago de Los Roques, muy cerca de la marea, lo que constituye una grave falta a las normas.

Uno de los aspectos biológicos de los tiburones que el director del CIT puntualiza es su capacidad para reproducirse, principalmente porque su gestación suele ser muy retardada, de unos siete meses como mínimo y de hasta 14 en algunas especies. Esto impide que los tiburones tengan un ritmo acelerado en sus cambios generacionales como sí lo tienen otros peces. Por ende, los factores de riesgo ya mencionados que pueden causar la muerte de un buen número de especímenes se magnifican cuando su ciclo reproductivo se ve sesgado de raíz.

El CIT, para ejemplificar la magnitud de las amenazas a los tiburones, explica en una de sus publicaciones en redes sociales: “¿Te gustan las sardinas? Prepárate porque en pocos años será el único pescado que podrás comer (y además contaminado). El colapso de las poblaciones de tiburones en nuestros mares es inminente, puesto que ni los gobernantes, ni los comerciantes, ni la sociedad, parecen entender la gravedad del asunto. Cuando desaparezcan los grandes depredadores, también desaparecerán los peces de los que nos alimentamos.”

Caribbean Sharks Education Program

Por fortuna, para combatir los peligros de la vida marina y específicamente de los tiburones, el CIT ha implementado una respuesta desde hace muchos años. Dicha iniciativa fue bautizada con el nombre de Caribbean Sharks Education Program (Programa Educacional de Tiburones Caribeños) y, según expone Sánchez, “está dirigido a formar personas que realicen por su cuenta propia trabajos de investigación y proyectos de conservación relacionados con tiburones. Está más dirigido a profesionales: biólogos, ingenieros pesqueros, pero igual ha habido participación de técnicos de las instituciones del Estado e investigadores independientes del área de pesquería”.

Uno de los proyectos más emblemáticos del CIT trata de estimular a los pescadores de tiburones para que cambien su rutina y respeten la vida de tales animales. Para ello, el equipo del CIT les hace comprender que “un tiburón vale más vivo que muerto”, debido al atractivo turístico y la gran oportunidad de negocio que representan al permitir que los curiosos entren en contacto con algunos de estos animales, sobre todo el inofensivo y majestuoso tiburón ballena. Además, suelen colaborar con estos pescadores para darles algunas refracciones a sus embarcaciones para adaptarlas a la práctica del buceo en lugar de la pesca.

“Muchas familias en todo el país ahora viven de los ingresos derivados del turismo con tiburones ballena. Un tiburón muerto vale poco y sólo beneficia a unos cuantos”, insiste Sánchez.

Otra labor importante del CIT consiste en cosechar a nuevos buceadores ecológicos, es decir, personas profesionalizadas o aficionadas a la inmersión pero, que con un curso intensivo, pueden darle una valiosa ayuda a la vida marina en general. “Caribbean Sharks también se centra en formar buzos para mejorar su correlación con la naturaleza”, explica el director del CIT. “En Venezuela se puede realizar buceo ecológico casi en cualquier lugar porque tenemos muchas maravillas bajo el mar, pero unos de los mejores puntos en Áreas Naturales Protegidas están en Aragua donde realizan una de las operaciones más conscientes y emocionantes por la cantidad de especies que reportan todas las semanas: tortugas marinas, corales espectaculares, los peces más extraños, cetáceos y por supuesto lo mejor de todo, tiburones ballena”, de los cuales se pueden obtener datos valiosos cuando los buzos capturan los patrones de sus escamas, únicos en cada individuo.

Además de apoyar a los biólogos, Sánchez cuenta que “los buzos experimentados contribuyen activamente con la limpieza subacuática en cada inmersión y varias veces al año lo hacen de forma masiva y organizada con apoyo de las comunidades y fundaciones”.

En cuanto al consumo de carne de tiburón, el CIT lleva un registro de las pesquerías de elasmobranquios desde hace más de 20 años en todo el país, gracias al apoyo de investigadores voluntarios, pasantes y tesistas de varias universidades nacionales, formados a través de Caribbean Sharks.
Una iniciativa más que emprende el CIT, en conjunto con la bióloga marina Adara González, tiene que ver con la elaboración de ecoladrillos, los cuales “pueden ser rellenados con muchos materiales plásticos, de metal y no biodegradables” con la intención de usarlos para construir edificaciones. Actualmente, la meta es levantar una vivienda en la isla de Margarita, para lo cual se necesitan alrededor de unos 7.000 ecoladrillos y la ayuda de todas las personas que se animen a reciclar materiales de desecho y aportarlos en esa causa.

La lucha por la salvaguarda de los tiburones y demás especies marinas, pese a ser una loable labor, conlleva sus riesgos debido a la inseguridad y la proliferación de piratas dispuestos a hacerle pasar un mal día a cualquiera que se niegue a complacer sus ilícitos objetivos. Al respecto, Sánchez confiesa que “al navegar siempre hay peligro, hemos estado en situaciones de amenaza” y comenta que muchas veces su equipo se ha visto obligado a tratar con piratas que esperan, como mínimo, el “pago de vacunas” por trasladarse en aguas bajo su poder. “Protegemos a los tiburones de personas que los consideran un negocio”, recuerda Sánchez, quien siempre ha optado por el diálogo para seguir adelante con los proyectos del CIT pese a tales dificultades.

Asimismo, nuestro especialista revela que la falta de recursos, datos y financiamiento también son escollos a superar. En primer lugar, no esconde que la adquisición de tecnología más avanzada facilitaría mucho su trabajo. “La tecnología es la principal aliada de la conservación”, afirma, mientras plantea que un proyecto con drones que todos los días sobrevuelen el archipiélago de Los Roques y sus alrededores se traduciría en una gran ayuda para preservar esa área de cría, valiosa para todo el Caribe. El director del CIT planteó también la posibilidad de usar rastreadores satelitales o drones subacuáticos que permitan identificar con exactitud las costumbres migratorias de los tiburones, aunque reconoce que “son equipos costosos”. Por otra parte, como suele pasar con frecuencia en el país, pese a su abundancia en hidrocarburos, las labores del CIT se ven obstaculizadas por la escasez y el elevado precio de la gasolina, vital para desplazarse en vehículo hasta las costas y para zarpar en botes de motor durante los trabajos de campo.

Un mañana para los tiburones

El Dr. Leonardo Sánchez evalúa con satisfacción los cambios favorables que han logrado en la mentalidad de pescadores y poblaciones costeñas que han sido asesorados por el equipo del Cit. “El cambio de las personas que antes mataban tiburones y ahora son conscientes del daño que eso significa resulta increíble, es muy bonito ver eso. Muchos de los que antes eran los ‘depredadores del mar, ahora son los principales protectores de los tiburones”.

Pero antes que un cambio, el CIT también se concentra en la prevención a través de programas que incluyen a niños y adolescentes, para que desde edades tempranas comprendan la importancia de resguardar la riqueza de los ecosistemas venezolanos. “Es llamativo ver cómo los niños se involucran, se sienten parte de algo importante”, relata Sánchez.

Por otro lado, no duda en enfatizar la necesidad de reajustar las leyes venezolanas en materia de conservación y pesca. “Falta legalidad y vigilancia”, advierte, al tiempo que insiste en que el Estado no puede ignorar los convenios internacionales en dicha materia a los que se ha suscrito, tal como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, más conocida por sus siglas como Cites.

En su artículo 133, la última actualización de la Ley de Pesca y Acuicultura establece que “Los funcionarios y funcionarias del órgano competente de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, sin perjuicio de las atribuciones que puedan tener otros órganos, que sorprendan a un buque pesquero en evidente ejercicio de actividades contrarias al presente decreto (…), ordenarán su aseguramiento, suspensión temporal de dichas actividades e inspección del buque, así como su traslado al puerto más cercano”.

Algunas de tales restricciones comprenden la captura de “recursos hidrobiológicos declarados en veda parcial, total o bajo regímenes especiales de aprovechamiento”, y también, “transportar especies prohibidas o que no hayan alcanzado la talla comercial permitida”.

Respecto al Plan de Acción Nacional para Tiburones, una iniciativa trazada por organismos estatales como el Instituto Socialista de Pesca (Insopesca), algunas universidades, el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras y el propio CIT, Sánchez considera que “no se cumple a cabalidad”. Dicho plan traza entre sus objetivos: asegurar que las capturas de tiburón provenientes de pesquerías sean sostenibles; facilitar y mejorar datos sobre capturas por especies y el monitoreo de desembarques por especies; así como facilitar la identificación y el registro de especies en el intercambio comercial.

Para Sánchez, reajustar y acatar las leyes vigentes “no solo es necesario, es obligatorio. Venezuela firmó convenios. Si no protegemos los recursos de manera colectiva, ningún esfuerzo particular será suficiente”.

Precisamente, en cuanto a los aportes que todos los venezolanos podemos ofrecer a la conservación de los tiburones, el director del CIT propone reducir el consumo de cazón y el uso plásticos, de algunos cosméticos y supuestos tópicos de curanderos elaborados con partes de estos peces. Un punto interesante, nada complicado de cumplir, sería reducir también el uso del popular pitillo, un accesorio realmente innecesario para ingerir bebidas y que muchas veces ocasiona un destino fatal a los habitantes de los océanos.

En general, “cuando somos responsables de controlar nuestras emisiones de carbono y de los alimentos que consumimos, contribuimos a mantener el equilibrio ecológico, lo que se traduce en una mejor calidad de vida para todos”, apunta el CIT en sus redes sociales.