William Anseume: Odio trinitario

William Anseume: Odio trinitario

No es nuevo. Los trinitarios nos odian desde tiempos coloniales. No importa la generalización por la que hoy no pediré excusa alguna. Recuerdo que la Universidad Simón Bolívar tuvo bastante intercambio académico con Trinidad y Tobago. Recuerdo más. ¿Puede contribuir con el intercambio con Trinidad, profesor? En ese tiempo daba clases y había una universidad viva. Desde luego. Se trata de compartir con alumnos en sus cursos y de interactuar con otros docentes de allá. De acuerdo. Había disposición y ánimo. Hasta pagaban bastante más que para no sobrevivir.

Estuve en Trinidad y en Tobago unos días. Trinidad oscura, hedionda a curry. Tobago, la bella isla disputada por todos en la historia. Quien la admira, como a una atracción carnal, la quiere poseer, hacerla suya, para siempre. Eso explica tanta disputa por la islita. En el vuelo a Tobago iba la recién electa Miss Universo de allá. Altísima. Bellísima. Hasta un autógrafo me concedió a pesar de la seguridad. Simpática, además. Así escuchamos y vimos los “steelbands”, aun cuando no era carnaval. La recibían a ella, no a nosotros, claro.

En Trinidad nos ocurrieron, en cambio, múltiples inconvenientes que al caso no vienen. Pelea en el hotel por la habitación. Tuve que estremecer la recepción para que dejaran a las compañeras del postgrado en la que habían cancelado y apartado, de la que las querían sacar. Nos persiguieron por el centro. El racismo hizo que a la más blanquita le tirarán el carro con un insulto insulso de por medio: “white”. El delito mayor era la violación. Las chicas asustadas se plantearon adelantar el regreso sin presentar la ponencia en el congreso al que nos habían aceptado. Compartimos con una colega argentina, de la seca Patagonia, su curso relajado de conversación en español e hicimos, finalmente, porque me impuse, las ponencias. También, sin ellas, disfrute la vida nocturna trinitaria. No tenía miedo a ser violado, obviamente. Disfrutamos, si, las condimentadas comidas.





Trinidad nos odia porque creen que queremos anexarnos la isla o así creían entonces. Recuperarla. No aceptaban aquella prosperidad venezolana tampoco. Se sienten ingleses. Desprecian a los herederos hindúes y a los hindúes mismos. Creen, como los margariteños y casi todos los isleños, no lo percibí en Tobago, tan felices sus habitantes, que la isla se hundirá. Recuerdo también mi temor, si, por mi inexperiencia con huracanes. Calmado. No era temporada para eso. Aunque estaban los refugios, escolares. El repudio a los venezolanos en Trinidad sigue latente. Ya lo vemos. Se creen ingleses. La profesora a la que atendí en Sartenejas vestía de gala. No entendía nuestra informalidad. Que los estudiantes me llamarán William sonreídos, o me palmearan. Yo sin chaqueta. ¿Que es eso? Por cierto, ayer ví en la UCV dos colegas jóvenes, disfrazados de profesores.

¿Mataron un niño y nos repudian? Lo harán con saña y placer sádico. Mataron a otro joven venezolano, trabajador, ayer. Seguirán los maltratos, las prisiones y deportaciones. Los asesinatos. Son excluyentes, con sus blin, blin. En Trinidad nos odian. El problema tenemos la obligación de superarlo aquí. Echando, así sea para allá, la plaga maligna que nos azota a diario y provoca la huida por la vida de nuestros compatriotas expuestos.