William Anseume: Golpes en la puerta

William Anseume: Golpes en la puerta

Releo, a propósito de nuestra honda tragedia, la estupenda obra de teatro de Juan Carlos Gené: Golpes a mi puerta. Obra escenificada – y escrita- en Caracas en 1984. Año de cuando cursaba mis estudios teatrales, de cuando la cultura en general y la teatral en particular tenían algún valor significativo en este país ahora desecado; de cuando veíamos la tragedia ajena como ficción, de obras de teatro como la de este dramaturgo, director y actor argentino.

La releo también desde el recuerdo de su montaje, desde el reconocimiento a su alta calidad dramatúrgica y, por ende, literaria. Pero, comprenderán, no es ése el tipo de análisis al que deseo dedicarle estás escasas líneas de comunicación para lectores tan ocupados en la diatriba diaria con la vida. Sino más bien a la sustancia, digamos, de la obra: al de-venir de la palabra con el llamado de esos ruidosos golpes tan similares a los “tun tunes” de hoy, aquí, con los que ofrecen agresiones y amenazas aterrorizantes desde el poder sometedor en Venezuela. Amenazas a veces cumplidas y rebasadas con rigor sobre la lucha por la democracia y la libertad. Una pelea ardua que ha resultado en dolor y vidas cortadas a lo largo de estos enfrentamientos de la América Latina con quienes ejercen el poder de las armas, especialmente los militares y sus títeres civiles.

Golpes a mi puerta dice de la opresión y de la muerte sobre individuos eclesiásticos, hombres y mujeres desarmados que no consiguen solos el escape hacia su liberación. Dice de aquellos momentos en los que ante la muerte de un sacerdote o una monja, la iglesia se apreciaba más comprometida en la lucha. No como ahora en Venezuela, cuando precisamente decae por mandato supremo (seguramente papal) – recordemos lo del tiempo de Dios- el enfrentamiento más abierto contra el régimen opresor. Porque, sí, la iglesia en diversas oportunidades ha explorado sus devaneos con la violencia desde el poder y hasta lo ha protegido sin importarle mucho nada.





Recordemos los inicios de Marcos Pérez Jiménez y veremos los coqueteos entre milicos y eclesiásticos que produjeron nada menos que la Universidad Católica Andres Bello, entre otros resultados aún notorios, aunque, posteriormente, como es conocido, la iglesia y sus máximos representantes contribuyeron notablemente con acciones contundentes a deponer al tirano de turno.

Gené, acogido en Venezuela como no acogen a los compatriotas nuestros en algunos países, señala: “Esta es mi obra de los años del destierro…”. También que es: “una realidad demasiado evidente para ignorarla (por parte de la iglesia) y demasiado escandalosa para quedar indiferentes frente a ella”. Desgarrador texto escrito evidentemente con mano zurda. Tan similar, sin embargo, en todo a lo que nos ocurre. La monja Ana articula: “Ella y los que torturan y los que se divierten matando y denigrando. No nacieron de pronto, como un hongo inmundo generado por la invasión. Estaban aquí, esperando su momento. Pero no los veíamos. ¡Son compatriotas, Úrsula!”

Por suerte y por indetenidas acciones (como nos corresponde todos los días) los golpes a la puerta cesarán, los sonoros, los amenazantes, los de ficción. Tal como cesaron un día en Argentina, en casi todas partes, antes, en América Latina. Cuba sigue siendo lastimosa excepción.