Alfredo Maldonado: La nevera está vacía

Alfredo Maldonado: La nevera está vacía

Recordarán ustedes, seguramente, aquél éxito navideño de los Guacos que gritaba aquello de “¡la nevera está full!”. Dos décadas de chavismo han logrado el milagro de que en navidades sucesivas las neveras venezolanas estén cada año más vacías y que en un país derrochador con la gasolina más barata del mundo por el petróleo, las neveras se apaguen por fallas de electricidad y los autos por falta de gasolina.

Cuándo se irá el chavismo con sus mentiras a otra parte es cosa que, no siendo tarotista ni profeta, no puedo predecir, pero sí ratifico lo del vacío de las neveras y la inconsistencia del suministro eléctrico, las fallas de Internet y el nuevo descontrol castromadurista, el coronavirus, una plaga maldita fácil de prever pero imposible de controlar entre desconfianzas, incredulidad, un sistema público de salud desmantelado por incompetencia similar a la petrolera y distorsiones diarias a cargo de un psiquiatra que hace tiempo es el encargado de anunciar las verdades gubernamentales que nadie cree. Y las que difunde su hermana tampoco.

Chavismo hay, y está en la calle igual que el coronavirus, con el detalle de que a más coronavirus menos chavismo, ¿cómo puede crecer en la calle lo que no es confiable en la fe, en las emociones ni en el estómago? Porque el hambre, la frustración y los ceños fruncidos no llegaron con la epidemia, ya venían creciendo desde tiempos de Chávez, la plaga sólo las ha empeorado porque ni siquiera matar y maltratar en Venezuela es cosa nueva.





El régimen culpa a los Estados Unidos de todas las desgracias, Estados Unidos culpa al chavismo y las masas populares los culpan a los dos. Los políticos opositores, que nada saben hacer aparte de luchar por aparecer en los medios de comunicación, distribuyen sus afanes entre denunciarlos a ambos y a ellos mismos, Juan Guaidó incluido como si tuviera una varita mágica de uso equivocado, sin olvidar a quienes se presentan como opositores pero viven del Gobierno. Y al imperturbable y descarado Rodríguez Zapatero, correveidile de la falsedad a cambio de dólares y euros.

Cuando finalmente el chavismo termine de derrumbarse no por armas de los militares que son cómplices de la tragedia, sino porque el hambre y la pobreza no dan fuerzas para sostener en régimen que se ha quedado incluso con muy pocas opciones de financiamiento, empezará lo más difícil. Construir un país en lo posible a tono con el siglo XXI. No se reconstruyen las ruinas, se construye sobre ellas.

Pero construir, al menos, alienta perspectivas de llegar a algo.