Votar o no Votar: un derecho ciudadano, por @ArmandoMartini

Votar o no Votar: un derecho ciudadano, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Es la disyuntiva que imponen, quienes dependen de los ciudadanos para obtener cuotas de poder y acomodarse en privilegios. Esa angustia, es la forma de hacer política que nos esclaviza, y requiere de un sarcófago inmediato, de lo contario, no avanzaremos. El populismo goza morboso con el apoyo emocional e iluso de un pueblo ingenuo.

Las elecciones convocadas para diciembre 2020, reviven el debate: ¿Se debe participar, pese a las evidencias de fraude y corrupción electoral? Quienes la rechazan, advierten son producto de una estafa continuada, y la ciega alabanza de ir a votar, resulta en un ejercicio de servilismo miope y adhesión cómplice. Por el contrario, los que señalan las ventajas de acudir, alegan el fortalecimiento de las organizaciones políticas, rescate del voto como método de cambio y no ceder espacios. En esos términos, la discusión no tendrá resultado; siempre habrá argumentos a favor y en contra. El voto es ciudadano, un derecho democrático, y nadie debe ser desacreditado por ejercerlo o no.

Venezuela desesperada, atraviesa una emergencia humanitaria sufrida por países que padecen la inclemencia de la guerra, manipulada para avanzar en ilícitos, utilizando sin rubor tácticas de acoso social sobre sectores vulnerables. Sin embargo, la agonía del régimen luce inevitable. Décadas de errores han hecho de la revolución socialista del siglo XXI, una promesa decadente. El oficialismo autoritario, populista, comunista, socialista; sin instituciones independientes ni equilibrio de poderes, integrado por organizaciones ilícitas, cleptómanos, practicantes de la ilegalidad y transgresión. El sistema político venezolano, no es un autoritarismo convencional, está sostenido en estructuras prohibidas, indebidas. Y plantear como solución la participación en cualquier sufragio, es de aprovechados y activos oportunistas. Un error desafortunado, terrible e imperdonable. 





Para los regímenes absolutistas, el tiempo de elecciones se convierte en tierra fértil de inequidades, arbitrariedades y aprovechamiento de traficantes, mercaderes politiqueros que, enmascarados encubren artimañas. Apóstoles del voto, ávidos de recursos, desesperados de protagonismo, de una Venezuela que ya no es, y nunca volverá a ser. Sobre esa marquesina, pretenden “elegir” curules, de principios malsanos, confeccionados a la medida. Ese templete, payasada electoral, son votaciones internas del PSUV y los designados, sus delegados, comisarios políticos al servicio de la afrenta castro-cubana en la Asamblea Nacional.  

Truculento planteamiento utilizado, que la solución a la crisis generalizada, se resuelve como por arte de magia, yendo a votar (solo basta recordar la oferta de la UNIDAD el año 2015, prevaricada, incumplida, burlada) y quienes se desgarran las vestimentas invocándola, no les importa lo ilícita, torcida ni malograda, señalando profanos: si ellos se presentan, recién electos diputados, serán garantes de que se restablezca una democracia plena. Producen carcajadas sus ofrecimientos, habladeras de pendejas, bolserías del discurso hipócrita, embustero, mojigato. 

El acto de sufragar no es innoble ni rastrero, es para elegir, pero está obligado a ser reconocido sin ambigüedades ni margen de duda, y para que sea creíble, hace falta institucionalidad independiente, garantías que aseguren imparcialidad, justicia, equidad. Por ello, comprender, calibrar la naturaleza del régimen, es de vital importancia. La apariencia electoral es carnada política para continuar carcomiendo las bases endebles de nuestra sociedad. Una democracia verdadera jamás desconoce el valor de las elecciones como expresión natural del mandamiento popular, pero considerarlas como medicamento último para vencer a una dictadura tiránica, resulta ingenuo, tonto y muy infantil. 

No caigamos en el ignorante chantaje de lo irracional: traidores si votamos, perjuros si no lo hacemos. Que tu conciencia indique lo correcto. Asistir a votar con el sistema electoral actual, cohonestará una comedia infame caza bobos, traduciéndose en certificación de la continuidad del castro comunismo; pero no ejercer el derecho genuino sin protestar, exigir cambios, buscar ayuda y hacer lo necesario para enfrentarlo, nos conducirá al mismo inevitable destino. 

Venezuela merece mejor. La libertad no es gratis ni se recibe, se conquista, conserva con esfuerzo y permanente disposición al sacrificio. Enarbolar banderas de no votar -como un derecho indiscutible- es la respuesta coherente, gallarda, políticamente correcta, que puede darse al intento del castrismo para extenderse con falsas indumentarias. La participación en cualquier votación mientras no cese la usurpación, no logrará promover cambio alguno, y, por el contrario, afianzaría políticamente el autoritario régimen. El comunismo castrista, es vergüenza, degradación, calamidad y desdicha para la humanidad. Y lo único que tienen que hacer los venezolanos para ganarlo, es acudir a votar por ellos cuando lo requieran. 

Democracia es dignidad de cada ciudadano, la suma de derechos sustentados en deberes, un compromiso diario que no se resume ni se agota. No puede ser transigente ni acomodaticio. No es un premio caído del cielo, es una conquista personal, un deber individual a través del cual se constituye una nación, y se construye un país de principios y buenas costumbres. Es la vía a la grandeza nacional, cuando sea voluntad expresa y libre. 

@ArmandoMartini