América Latina: Vaivenes, luces y sombras Por Pedro Carmona Estanga

América Latina: Vaivenes, luces y sombras Por Pedro Carmona Estanga

Pedro Carmona Estanga

La región latinoamericana se ha caracterizado por recurrentes ciclos de retracción y crecimiento, y en lo político, por movimientos erráticos entre democracia, populismo y regímenes autocráticos.

Primero fueron las dictaduras de los años 50 apoyadas por EE.UU. bajo la doctrina de Seguridad Nacional: Somoza, Stroessner, Pérez Jiménez, Trujillo, Batista, Duvalier, Castillo Armas, y tantos otros tiranos. Luego, el giro a la izquierda tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, y su nefasta irradiación hacia el ámbito latinoamericano, la cual alentó la llegada al poder de Allende en Chile, de Velasco Alvarado en el Perú, del sandinismo en Nicaragua, a la inestabilidad en Centroamérica, varios de cuyos países vivieron guerras civiles hasta los acuerdos de paz alcanzados en los años 80, gracias a la mediación de gobiernos democráticos en el Grupo de Contadora, y los Acuerdos I y II de Esquipulas.

Más adelante, la fundación del Foro de Sao Paulo por Fidel Castro y Lula da Silva en 1990, organización que agrupa a cerca de 200 partidos u organizaciones de izquierda, se vio luego reforzada con la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999, de Lula en Brasil, de la dinastía Kirchner en Argentina a partir de 2003, de Fernando Lugo en 2008 en Paraguay, de nuevo el sandinismo con Ortega en 2006 en Nicaragua, y de los regímenes de Rafael Correa en Ecuador en 2009, de Zelaya en Honduras y Morales en Bolivia en 2006, del Frente Farabundo Martí con Funes en 2009, de López Obrador en México en 2018, y la vuelta al poder del peronismo con la dupla Fernández en 2019.





No obstante, en tiempos recientes han triunfado gobiernos de derecha o centroderecha en Chile con Piñera en 2010 y 2018, Macri en 2015 en Argentina, Duque en 2018 en Colombia, Bolsonaro en Brasil y La Calle en Uruguay, ambos en 2019, Hernández en Honduras, Bukele en El Salvador, Giammattei en Guatemala y Abdo en Paraguay, Kuczynski en 2016 y Vizcarra en 2018 en Perú, así como el giro centrista de Lenin Moreno en Ecuador.

En ese contexto, de movimientos zigzagueantes, es perceptible su origen en la fatiga de los pueblos por promesas incumplidas, pobreza, corrupción, desigualdad y falta de atención a sus necesidades básicas. Ello podría repetirse en dos casos opuestos en la región: Bolsonaro en Brasil y López Obrador en México, pues el populismo de diverso signo, el estancamiento económico y el manejo irresponsable de asuntos vitales como la pandemia, podría llevar a que al final de sus mandatos, se genere otro movimiento pendular en esos países. En sentido contrario, ha ascendido con fuerza la hasta hace poco limitada popularidad de Iván Duque en Colombia, gracias a la conducción responsable de la crisis, a una acertada política informativa, y porque el pueblo colombiano reconoce ahora con mayor objetividad que el país está mejor en el ámbito regional, además de su condición de gobernante sensato.

Se vienen tiempos difíciles para los gobernantes regionales en la postpandemia: la profunda recesión económica, el déficit fiscal, el aumento rampante del desempleo y la pobreza, y las fuertes reivindicaciones sociales de los pueblos, que se pusieron de manifiesto en las protestas en 2019, las cuales estarán de nuevo presentes, sacudiendo la gobernabilidad y la paz en varios países, con la injerencia de movimientos cercanos al Socialismo del Siglo XXI y al Foro de Sao Paulo.

Más recientemente, en 2019, se creó el Foro de Puebla, autodenominado como nuevo espacio progresista y de librepensadores de América Latina, integrado por una treintena de expresidentes y líderes políticos de diez países de la región, quienes se comprometieron a respaldar a los “gobiernos progresistas”, y luchar “contra del avance de la ultraderecha en América Latina”. El Foro de Puebla se reunió nuevamente de manera virtual hace pocos días, contando con la participación, entre otros, de los expresidentes Rodríguez Zapatero, Lula da Silva, Dilma Rousseff, Evo Morales, Fernando Lugo, José Mujica, Ernesto Samper y Rafael Correa, y del presidente argentino Alberto Fernández.

Entre los pronunciamientos del Foro de Puebla cabe mencionar: el cuestionamiento al neoliberalismo y a la minimización del protagonismo del Estado, en circunstancias en que la crisis demuestra la importancia de la presencia del Estado y la necesidad de que se adopten instrumentos de política social y económica de los que se han alejado. Para el grupo, no se debe volver a un sistema de producción, acumulación y consumo que afecta en el calentamiento global, y propiciará una reunión de la ONU en torno a la gestión de la pandemia, la equidad social y una garantía de protección a los más vulnerables, a quienes propone otorgar una renta básica vital. Se pronuncia así mismo por la reestructuración de la deuda y el logro de una moratoria. Expresó preocupación por el acceso al sistema sanitario de los grupos vulnerables y que no sean estos quienes asuman los costos de la pandemia. Mostró inquietud porque el presidente Duque no esté cumpliendo con los compromisos del Acuerdo con las FARC, destacando el papel de Cuba en el mismo en 2016. Propone un nuevo Estado con un régimen fiscal equilibrado, que maneje la distribución de bienes sociales, como la salud, en el marco del “progresismo”. Propone el levantamiento de las sanciones a Cuba y Venezuela, las que califica como un crimen de lesa humanidad, y alentó a los progresistas a unir fuerzas para construir un mundo más justo.

¿Polarización, demagogia, luchas, contradicciones, serán los escenarios que aguardan a América Latina en esta década? Considero que más allá de las diferencias ideológicas, es necesario fortalecer la democracia como el menos malo de los sistemas de gobierno que existen, retornar con voluntad política a los postergados objetivos de la integración económica y de la cooperación latinoamericana, defender el Estado de Derecho y el papel de la iniciativa privada, única vía efectiva para la generación de empleo y de riqueza, admitiendo sí la prioridad que hay que atribuir a una visión de mayor equidad, justicia social y de responsabilidad compartida entre gobiernos, agentes económicos, trabajadores y comunidades.