Robert Carmona-Borjas: Pandemia y la responsabilidad de China

El mundo vive una de las tragedias mas dolorosas y complejas de la historia. La propagación del virus COVID-19 es una real calamidad global que los países deben atacar en forma conjunta, de manera solidaria. No hay otra. Después de la pandemia el mundo será inevitablemente otro. La gente tendrá que reflexionar y probablemente cambiar ciertas actitudes. Los Estados deberán redefinir sus formas de gobernar, reinventar sus instituciones y la sociedad internacional debe, en base al consenso, rehacerse también para poder enfrentar esta y otras amenazas globales.

Independientemente del origen de la pandemia que para algunos y con cierta razón atribuyen a las autoridades Chinas, por manipulación científica, por errores o por omisión, debe establecerse la responsabilidad del Estado, trátese o no de un hecho internacionalmente ilícito. Ha habido un daño que además es enorme. Millones de personas afectadas, muerte, destrucción, efectos económicos devastadores. Hay muchas dudas y especulaciones sobre el origen. Para algunos fue un error científico, para otros la creación de un virus para llevar a cabo una suerte de guerra biológica inimaginable que el mundo no esperaba. Llama la atención constatar que el virus no haya afectado a Beijing que se encuentra a solo 1.000 kilómetros de Wuhan o a Shanghai a 600 Km, pero sí a Milán a 8.700 Km, a New York a 12.000 Km, a Sao Paolo a casi 18.000 Km, a Paris a 9.000 Km, a Londres a 6.900 Km, en fin, a ciudades y países muchísimo más distantes del sitio de origen en Wuhan. Muchos nos pudiéramos preguntar si será porque en Beijing vive la dirigencia política y partidista de China y en Shanghai donde residen los capitalistas chinos, los empresarios e industriales, el encuentra el centro financiero de China. Lo más extraño aún es que ni siquiera se cerraron ninguna de estas dos ciudades, ni tampoco hubo ninguna otra medida impuesta, pues “milagrosamente” el virus nunca se acercó a estas ciudades, como si todo hubiese sido previsto, por no decir, fríamente planificado.

El virus se expandió, pero en una sola dirección. Cualquier especulación es válida. Todo es posible, en un mundo en el que la locura material se ha impuesto sobre otros valores. Ni el mercado ni los valores chinos fueron o han sido afectados por la pandemia, como en Europa, Estados Unidos y en países más próximos como India.





Es curioso también que la reacción China ante el virus haya sido tan oportuna y eficiente, como si todo hubiera sido preparado. Construir hospitales y equiparlos no es un asunto fácil de hacer en solo un par de semanas, y más aún del tamaño de los que se hicieron en Wuhan. Más coincidencias…

Ahora bien, sin mayor especulaciones, hay que determinar el origen para lo que hay que abrir una investigación internacional seria y eficiente. Si hay responsabilidad de algún país, de alguna autoridad, de China en este caso, ella debe establecerse para satisfacer al mundo. Una reparación será difícil si no imposible. El daño es incuantificable. pero así como se exige conocer la verdad en los conflictos internos y en los períodos de transición en el mundo, en este caso los ciudadanos del mundo entero debemos y tenemos derecho a saber o conocer la verdad.

Si se trata de un error, de una investigación fallida, de la pérdida de control sobre alguna iniciativa, ello debe ser considerado por todos. No es un problema chino, es un problema universal. Lo que está en juego es la humanidad, la vida de todos y ningún gobierno de ningún Estado puede exponernos a un daño como el que se ha sufrido, sin consecuencia alguna porque la soberanía, vista en su forma absoluta, como hasta ahora se ha visto erróneamente, impide que se lleven a cabo procedimientos aplicables a todos.

El acuerdo de las grandes potencias es esencial. Ojalá decidan enfrentar solidariamente este y otros retos por el bien de la humanidad. Desde la sociedad civil todos debemos presionar e insistir en que sobre la vida y el ambiente deben establecerse políticas y llevarse a cabo acciones conjuntas.