El Nazareno, calles vacías y coronavirus, por @ArmandoMartini

El Nazareno, calles vacías y coronavirus, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

 

A finales del siglo XVI -1697- una epidemia, la peste del vómito negro, o escorbuto (enfermedad producida por la carencia o escasez de vitamina C), azotó al país, particularmente a su capital de techos rojos y sufrimientos grandes como las montañas a cuyos pies se rinde gustosa. Era también la pequeña ciudad de gran devoción, dedicada en mucho de su tiempo a labores religiosas de rezos para el Nazareno de San Pablo, que escuchaba paciente, con su cruz a cuestas, súplicas, ruegos, angustias, fervorosas peticiones y gratitudes que luego practicantes creyentes pagaban cumpliendo promesas. Siempre fue así, y hoy continúa recibiendo visitas de fieles que se arrodillan, rezan y piden con lágrimas derramadas. Sin distingos, desde los más pudientes hasta los menos favorecidos de las lejanías del valle caraqueño; desde salones de recintos elegantes, privilegiados, refinados, hasta los olvidados, enfermos, adoloridos y desesperados.

Caracas ha sido localidad del Nazareno de San Pablo, una de las advocaciones más grandes y populares de Venezuela. Se venera en la Basílica de Santa Teresa que, por cierto, construyó un ateo, el general Guzmán Blanco, y se llamó así porque dicen fue consagrada en honor a su esposa, Ana Teresa Ibarra.





Ese Jesús -obra tallada en madera de pino de Flandes- atormentado, de tez ennegrecida por las velas que elevan sus peticiones en forma de humo, corona de espinas, hábito morado, agobiado por la acción de la gravedad de una cruz que lleva en su tablón y textura los pecados de todos. Los ruegos no, ésos hacen peso en el corazón del Nazareno.

Según la leyenda que hizo aún más vibrante Andrés Eloy Blanco en su poema El Limonero del Señor, fue el Nazareno de San Pablo quien indicó el camino a la salud de los caraqueños diezmados por la peste; al ser llevado en procesión pasó, sin intención expresa de los devotos, por una huerta plantada de limones, cuyos azahares perfumaban el ambiente; y al enredarse su corona de púas en un racimo, se desprendieron cayendo al suelo sus frutos, hecho que fervorosos seguidores interpretaron como señal del cielo, indicación de Dios. Sin demora, los recogieron y empezaron a utilizarlos para elaborar infusiones, té, jugo concentrado y otras variedades que administraron como medicinas a los enfermos, quienes milagrosamente sanaron.

Su gran día es el Miércoles Santo cuando sale en procesión cubierto con vestidura morada, bordes de hilillos bañados en oro y adornada con 5 mil orquídeas. Hoy la lección será diferente, sin limones ni acompañantes. La epidemia, ese endemoniado virus, Covid-19, nos tiene en distanciamiento social, confinados en nuestras casas. ¿Pero quién dijo Dios necesita contacto físico para hacer milagros? Lo significativo es que el Nazareno de San Pablo recorrerá una Caracas que siente en soledad renacer esperanzas. No es prodigio del Nazareno que barcos se aproximen a las costas con afanes vengativos y de castigo; para algunos libertarios; que aliviarían sufrimiento y dolor, en medio de este holocausto, pintarrajeado de escritura bíblica.

Es que Dios todopoderoso está con nosotros, su hijo hecho hombre de sufrimiento y grandeza podría hacernos el milagro, no van a ser otros. En la vida, también hay tiempo para el Creador que nos da todo y a cambio únicamente solicita seamos buenas personas, respetuosos practicantes de principios y valores.

Dios no pide héroes de la patria, el Nazareno de San Pablo no busca rodilla en tierra, ya puso él las suyas contra las losas del camino infame al Monte Calvario. Sin embargo, reclama honestidad, solidaridad, cumplimiento de nuestros deberes, amor y generosidad con nuestras parejas e hijos, familiares, vecinos y amigos, el respeto por nosotros mismos que nace y se fortalece en la moral, ética de vida y acatamiento a los derechos ajenos.

Que el Nazareno de San Pablo deba salir este año y observar su ciudad en solitario, le hará percibir la miseria, tragedia, ruina venezolana por una intolerancia cruel y feroz, que arrebató el pan, la medicina, violó derechos humanos, traicionando banderas de libertad y democracia, reflejada en las calles desiertas, desoladas, tristes y desconsoladas, sin feligreses, aunque con amor a Dios y angustia por nosotros como aromas contrapuestos. Que el Nazareno tome su propia decisión, ése es nuestro ruego, porque el Hijo de Dios jamás decidirá en contra nuestra.

@ArmandoMartini