Ángel Lombardi: La Ciudad que nos habita

A Miguel Ángel Campos y Norberto José Olivar
Amigos del “Círculo del Matapalo”.

¿La ciudad nos vive o vivimos la ciudad? Creo más en lo segundo. Somos costumbres y hábitos y el primero de ellos es el “lugar” del destino. Dice Ítalo Calvino, aunque queramos irnos de allí pertenecemos a un lugar. En mi caso, Maracaibo. La calle Obispo Lazo, la Plaza Baralt, el Lago, el Liceo Baralt. la Universidad en La Ciega y los infinitos cines. Antes de vivirla la soñé. Hoy la padezco y la sigo soñando. Ciudad propia y extraña. Hecha de mucho olvidos y memoria, en buena parte inventada. Nuestra realidad cotidiana ha sobrepasado en asombro a nuestra literatura. La extraña Atlántida de Lossada. Ciudad de origen alemán, olvidado. Igual de piratas y corsarios, ignorados.

Ciudad de La Chinita de origen colombiano, como buena parte de su población actual, incluido el wayúu (bi-nacional). De un falso orgullo helénico, de nombres extraños, como su “voseo” y particular habla. En mi corta memoria, sólo recuerdo de helénico en Maracaibo, la librería Ataraxia en la capilla adosada al Convento en la Plaza Baralt (el verdadero centro del centro de la ciudad) aunque hoy no lo parezca, pero allí y en el malecón reposa el Espíritu de todos los tiempos de la ciudad, presidida por el “solitario Baralt” que todos recitan (tierra del sol amada) y pocos recuerdan.





Lo otro griego (?) era la Acrópolis, en Los Haticos, donde profesaban las más afamadas hetairas, presuntamente muchas de origen internacional, lo que ayudaba al mito (en la antigüedad, en ciertos lugares, las llamaban “las esposas de la ciudad) abnegadas servidoras públicas, como en su novela Pantaleón y las visitadoras hizo notar Vargas Llosa. Maracaibo es plana y superficial en su topografía, surrealista o kafkiana la han calificado literariamente. Su más conocido grupo literario,
Apocalipsis, se reunía en el Piel Roja, un bar o botiquín diagonal a la Plaza Bolívar y cerca del emblemático Panorama donde trabajaba Hesnor Rivera, bohemio de la mejor estirpe poética.

Artistas y escritores de vanguardias revolucionarias fundaron la librería 40° a la Sombra y sus “performances” culturales, por ejemplo, Hung pintando “en vivo” y con público, y en donde podías llevarte un libro prestado (que devolvíamos).
Maracaibo está allí y nos habita, con sus iconos urbanos, cuentos y leyendas.