Una odisea: Lo que viven las mujeres venezolanas para dar a luz

Fotografía del 20 de diciembre de 2011, en la Maternidad Concepción Palacios de Caracas, donde se muestra a una mujer amamanta a su hijo en una sala de incubadoras para bebés prematuros, que nacen bajo esa condición por el mal estado de salud de sus madres. EFE/ Rodolfo Gutiérrez

 

La emergencia humanitaria que atraviesa el país lleva a las mujeres embarazadas a vivir una odisea infrahumana para poder dar a luz. Falta de atención médica, condiciones de insalubridad en los centros hospitalarios y también una buena dosis de deshumanización entre los profesionales de la medicina son parte de lo que tienen que pasar las venezolanas.

Por Estefani Brito / elnacional.com





El «ruleteo» por maternidades y otros hospitales también se ha convertido en una situación habitual para las parturientas, que terminan por alumbrar hasta en los vehículos en los que son trasladadas.

La pesadilla de Daniela

Daniela Álvarez, de 32 años de edad, tenía 39 semanas y 5 días de embarazo cuando la médico tratante le informó que sus ovarios no estaban aptos para un parto natural. El 4 de noviembre se le entregó una referencia para la Maternidad Santa Ana, dependiente del Instituto Venezolano de Seguros Sociales. Sin embargo, al llegar al centro asistencial no fue atendida.

En la Santa Ana, los especialistas de guardia, después de hacerle un tacto vaginal, la enviaron a su casa porque alegaron que no había dilatado. De acuerdo con la médico tratante, esto no iba a suceder porque su útero tenía un cuello largo de más de un dedo, lo que no iba a permitir la dilatación.

Desde ese día empezó el vía crucis de Daniela por distintos hospitales. En dos semanas recorrió el Hospital Doctor Miguel Pérez Carreño; el Hospital Materno Infantil Doctor Pastor Oropeza, conocido como Materno de Caricuao, y el Hospital Materno Infantil Hugo Chávez, popularizado como el Materno de El Valle.

En ninguna de estas instituciones obtuvo atención médica. Aun sin que los profesionales se tomaran la molestia de realizar un chequeo, la remitían de nuevo a su casa a esperar los dolores del parto, el cual, afirmaban, tenía que ser natural.

Este era el segundo embarazo de Álvarez. El primero había sido 10 años atrás, cuando comenzaba la crisis hospitalaria.

En esa ocasión, los médicos tratantes le explicaron, después de hacerle los estudios del caso, que su pelvis era estrecha por lo que su parto tenía que ser por cesárea. En esa época los seguros HCM de la administración pública todavía cubrían operaciones de este tipo y Álvarez pudo recibir una atención digna, a tiempo.

No pasó así con su reciente parto. «En ningún hospital me hacían caso. Decían que no todos los embarazos eran iguales, que yo podía dar a luz, que tenía que esperar que me dieran mis dolores», contó.

El ingreso

El miércoles 13 de noviembre por la noche, Daniela empezó a sentir leves contracciones, por lo que en la mañana del jueves partió nuevamente a recorrer hospitales. El último en visitar ese día fue el Materno de Caricuao, donde no la ingresaron porque el anestesiólogo tenía muchas pacientes. Le pidieron que volviera el lunes. Solo dos días a la semana este centro cuenta con especialistas en el área: los lunes y los jueves.

Después de pasar el jueves y la madrugada del viernes con dolores, estos de repente desaparecieron. Entre la desesperación de no saber qué hacer y el miedo de que el parto se pudiera pasar, Daniela se percata de que está expulsando mucosidad con sangre.

La última opción era acudir a la Maternidad Concepción Palacios, principal centro de parturientas de la capital y uno de los mejores en los años de la democracia. Pero en esta institución, que está sumida en la misma crisis, el escenario no fue distinto. La devolvieron a esperar el momento, que según los médicos, tenía que llegar.

Gracias a un amigo pudo regresar nuevamente a la Maternidad Santa Ana, donde finalmente la hospitalizaron el 15 de noviembre a las 2:43 pm. «Ya tu bebé está listo, hay que ingresarte de inmediato porque no puedes pasar más tiempo. La placenta se está envejeciendo», recuerda que le dijo la doctora que la vio al llegar al hospital.

En la institución le abrieron el historial para realizar la cesárea ese mismo día, con 41 semanas y 4 días. Copiando la dinámica de un centro penitenciario, los médicos, enfermeros y personal de guardia no transmitían ningún tipo de información sobre Daniela a los familiares.

De ella, su estado, su bebé, no se supo nada hasta las 7:00 pm del sábado 16 de noviembre, casi 30 horas después, cuando por un conocido con amigos dentro de la maternidad se pudo conocer que la le habían practicado la cesárea.

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