Luis Alberto Buttó: De actores políticos, pactos y acuerdos

Luis Alberto Buttó: De actores políticos, pactos y acuerdos

 

Uno de los fundamentos medulares de la acción política estriba en el hecho de que ésta se ejerza con base en la representatividad que la sustenta, explica e impulsa. Vale decir, que el comportamiento del actor político involucrado en determinada(s) coyuntura(s) sea respaldado por sectores importantes de la sociedad (cuantitativa y cualitativamente hablando, se entiende), en tanto y cuanto dichos sectores o previamente confiaron y le otorgaron mandato al actor señalado para desarrollar alguna línea de acción específica o, una vez escogida tal direccionalidad, le brindarán respaldo sustantivo a la decisión tomada al asumir con beneplácito la conveniencia y alcances de la misma. De no responder al principio de la representatividad, por donde se les mire, las acciones políticas emprendidas son intrascendentes e ineficaces, más allá de la resonancia mediática que se les otorgue desde los órganos e individualidades prestos a la propaganda inocente o descarada que busca crear tendencias de opinión favorables.





Al no responder a representatividad alguna, los actores políticos son figuras íngrimas y no tienen trascendencia los pactos o acuerdos en los que son participes y/o firmantes: sólo generan pena ajena con su comportamiento. En este país, son varios los subtipos de actores políticos que hace tiempo cayeron y/o siguen cayendo en tan penosa condición. Por ejemplo, aquellos que décadas atrás, escudándose en las argucias propias del “cambio necesario”, trabajaron con denuedo para desmontar el sistema democrático que se mantuvo vigente entre 1958 y 1998. Se les ve la costura cuando falazmente hablan de reconstruir la democracia y pretenden venderse como factores significativos en el esfuerzo por sostenerla en pie, una vez ella sea instituida. Están también los partidos políticos que en el camino perdieron a borbotones militancia o simpatía y por más que han hecho hasta ahora, o hagan en lo futuro, no consiguen sumarlas. En este caso, de nada sirven nombres melodiosos y/o impactantes.

Obviamente se cuentan entre estas almas en pena los que se empeñan en vivir de pueriles y anacrónicas referencias a tiempos pasados donde tenían resonancia en la opinión pública, sin madurar lo suficiente para entender que tales tiempos se desvanecieron con la fuerza suficiente como para que nunca más ellos puedan recomponerse, por más que se diga que en política la resurrección es factible. Son los que se pelean por siglas o reúnen en “peñas” creyendo que éstas hacen las veces de poderosas directivas de otrora. Tampoco pueden olvidarse los que de tanto en tanto inventan partidos políticos, como si estos fueran franquicias de comida rápida, con la única intención de, por un lado, mantener en la palestra el nombre de dirigentes que se creen predestinados redentores de la patria y gustan de proyectarse apostando a aplausos momentáneos y circunstanciales, o por el otro, evitar que el nombre de tales supuestos líderes se desvanezca como efectivamente ocurriría si no lograran hacer bulla en titulares de prensa. Claro que hay más subtipos en este memorial del fracaso, pero el espacio no alcanza.

En todo caso, es perentorio puntualizar los grados enormes de disociación entre los actores políticos del tipo señalado y el grueso de la población que aspira a vivir en paz y libertad, con prosperidad. No hay ahora ni lo habrá en lo por venir identificación alguna entre ambos. En la fotografía resultante no está reflejado el sentir mayoritario de quienes anhelan un futuro promisorio y trabajan con denuedo para lograrlo. A fin de cuentas, la gente sabe de sobra que estos actores o sólo responden a sus intereses particulares o sencillamente están equivocados de plano en su desfasada percepción de la dinámica política nacional. Aquí no hay sensación ni sentimiento de representatividad. Poco importa lo que hagan o dejen de hacer. Está claro que no son ellos, precisamente, los compañeros de viaje en la tarea liberadora que está por delante.

Demasiado tonto o demasiado ruin el que cree que desmarcándose de la unidad pasará a estar en el discado rápido del trabajo creador que está por venir.

 

@luisbutto3