William Anseume: Genocidio de los trabajadores y sus familias

William Anseume: Genocidio de los trabajadores y sus familias

Eufemismos de lado: en Venezuela se produce, desde el poder usurpado, un lento pero preciso proceso de genocidio, evidenciado en el ataque a los trabajadores y sus familias, cuya finalidad política la constituyó el vasallaje de la población entera.

Podemos también decirlo popularmente: nos están matando de hambre y de mengua. Me concentraré un poco en el genocidio por hambre, aunque no sólo es el hambre, porque tampoco sólo de pan o arepa vive el hombre. A sabiendas que no estaría éste entre los primeros genocidios por hambre de la historia.





El impostor y sus diversos acólitos han pasado de una política de sometimiento de la población a una de exterminio prolongado. Es una de las formas de venganza que han conseguido contra quienes resisten los atentados diversos a la vida. La gente reacciona y huye, perseguida o no. De allí el inmenso problema geopolítico continental, global, de la diáspora venezolana.

Veamos: la vida es un derecho humano. Como todos los derechos, humanos o no, conculcado en Venezuela. Pero no se trata de cualquier vida, caminar y respirar con signos vitales. La Declaración Universal de los DDHH plantea una vida digna, así como la recoge nuestra constitución, doblemente violada en este caso, por tener el artículo 91 establecido y por desconocer también acuerdos internacionales en DDHH firmados por el país. El artículo 25 de esa Declaración habla de “nivel de vida adecuado”, con salud y bienestar en cuanto protege: alimentación, vestido, vivienda, asistencia médica y servicios sociales. Además, según estos derechos para todo humano, debe garantirse el libre desarrollo de la personalidad. Así que no sólo nos matan de hambre sino que se nos cercena la vida útil, nos eliminan la vida que deseamos vivir y para la cual trabajamos o hemos trabajado. Eso es un genocidio, con almas penando en este cementerio que no es cualquiera cosa.

Bachelet se fue consciente de ello, al expresar que: “la población venezolana está afrontando muy diversas e interrelacionadas violaciones de sus derechos económicos y sociales”. En cuanto al salario mínimo, para cuando ella vino:”ya no se lo puede considerar un salario de subsistencia”. O: “Violaciones al derecho de un nivel adecuado de vida”. O: “violaciones al derecho a la alimentación”. O, su observación de que se incumple con: “la obligación del Estado para garantizar que la población no padezca hambre”. Todo este problemario se ha intensificado negativamente para la población entera en nuestro país.

De nada vale el trabajo en Venezuela. Esto, como política de Estado, ha servido para promocionar desde el poder mecanismos alternos para la sobrevivencia: remesas limitadas, saqueos, delincuencia y corrupción de todo tenor desarrolladas y propiciadas

Lo que se pensó como un plan de sumisión de toda la población con bolsas de comida y dádivas nada generosas, con bonos directos, para desestimular el trabajo, se ha convertido, por la falta de producción, las expropiaciones (otra violación a los DDHH), la hiperinflación provocada sin visos de intentos de corrección y la negativa reiterada a aceptar la ayuda internacional a gran escala, como se requiere de inmediato, ha devenido en una matanza. Reitero no sólo se trata de estar vivo. Nos matan al cercenarnos también la vida que queremos vivir y el libre desarrollo de nuestras personalidades.

No sé si se trata de una respuesta genocida contra el 80% o ya más de la población que aborrece al impostor y su camarilla. Lo cierto es que la población trabajadora y su familia ha visto eliminada su vida, su desarrollo individual y de la personalidad. No come, no viste, no calza, no tiene protección social, ni tiene acceso a los servicios. Esto es una mortandad, aunque la gente aún posea, por ahora, signos vitales. Muchos han muerto ya por diversos motivos en un país donde tampoco la vida vale (Pregúntenle al FAES). Huyes o mueres. Es un genocidio y hay que detenerlo ya. En defensa de los DDHH, en defensa de la vida en toda su dimensión. Del modo que sea, sin más alargamiento ficticio e insensible ante el sufrimiento, este genocidio hay que detenerlo cuanto antes.