William Anseume: Universidades en últimas bocanadas hacia la libertad

William Anseume: Universidades en últimas bocanadas hacia la libertad

La lucha gremial e institucional universitaria se encuentra absolutamente encallejonada, a propósito, por la encerrona sin salida que se le impuso desde el despotismo. La realidad se impone en cada campus destruido por el enemigo poderoso. La pelea no puede ya centrarse en un reclamo natural, con pancartas y pitos, democrático, por el presupuesto, por la planta física, por los servicios, por las elecciones rectorales y de representación, por los sueldos miserables de pobreza crítica, por la imposibilidad de contener la estampida de personal académico, de trabajadores, de obreros, capaces, formados, experimentados, sabihondos, por…

¿Marchar en protesta y reclamo público ante quién? ¿Ante un régimen forajido, criminal, desconocido plenamente a lo interno y deslegitimado en más de medio mundo? ¿Exigiendo qué? ¿Exigiendo, por ejemplo, comer un poco más que los demás? La destrucción de los fundamentos básicos del Estado, denunciada desde enero del año pasado por la Asociación de Profesores de la USB que me honro en presidir, o, mejor expresado, la destrucción del Estado, arrolló las universidades. Si la constitución plantea como esos fundamentos básicos el trabajo y la educación, las universidades son una viva muestra de la más desafortunada destrucción del Estado, en procura, desde el malévolo poder, de la prolongación de ese Estado fallido que se alienta desde quienes, manejados desde afuera, detentan el timón destructivo de todo orden en Venezuela. Eso incluye el acabamiento del sistema eléctrico, que a nadie debe sorprender porque forma parte de un plan macabro de tierra arrasada, o la supresión programada del agua continua, o los alimentos, o la producción de lo que sea, o las empresas, o la propiedad privada, o la Asamblea Nacional perdida por ellos a punta de votos honestos de ciudadanos creedores en la legalidad; o la libertad. Todo incluido, en una programación que se centra en la dominación absoluta del ciudadano, para que dependa de toda dádiva del “padre” bigotudo, dador de últimos hálitos de vida. Todo para la preservación indefinida del manejo irrestricto de ese Estado en desorden y desasosiego.





La vida al límite incluye la posible sobrevivencia institucional y, por ende, gremial de las universidades. La represión, la prisión, la muerte, repetidas como metralla contenedora de rebeldías, así sea manifestadas en pensamiento; la censura, la incomunicación, el distanciamiento, la deliberada intencionalidad de evitar reuniones por las lejanías causadas, por la caída de señales, del internet, del transporte, por la búsqueda diaria de algún servicio salvador: de nuevo agua, luz, gas, alimentos, recursos donde sea, como sea. La universidad, como muchos ciudadanos hoy en día en Venezuela muere de mengua, ante la impotencia impuesta de sus realizadores consuetudinarios: estudiantes, profesores, trabajadores, obreros. Dejémonos de paja, por más que se procure una universidad abierta, funcionando, viva; hoy en día la universidad, basta acercarse a cualquier sede, está muerta de inercia simulada, “activa”, es un ser muriente que boquea alientos últimos, que patalea para decir su existencia. No sólo no es lo que era antes. No es.

Ante este panorama de desaliento, ¿qué nos queda por hacer para salvar el asiento (como de borra del caro café, exprimido) restante? Ir, definitivamente, por los causantes de este desastre humano en el que convirtieron al país petrolero cuya producción bajó ya de un millón de barriles diarios para acrecentar la desgracia, ir y expulsarlos sin retorno del poder dictatorial con el que nos matan; sumarnos a toda, a cualquier lucha pública por despojarlos de la dirección que ya no pueden siquiera ellos organizar en este desbarajuste, contribuir en cada esquina con las protestas ciudadanas, con el convencimiento diario de la gente de que así, arrasados hasta el esterero, no se puede, no se debe vivir; entregar nuestros conocimientos a la ciudadanía cercana, como es nuestra obligación, y guiarla en conjunto con la totalidad de la sociedad reclamante, en rebelión, hasta lograr el propósito último: retornar a la democracia, a la libertad, como producto de una lucha conjunta indetenible, hasta el final triunfante. Allí radica, ahora, la función de todo universitario actual en Venezuela, concentrarse únicamente en el objetivo final, raigal: acabar con esto cuanto antes y comenzar de inmediato la reconstrucción institucional del Estado. Cualquier dispersión ante este objetivo carece de sentido práctico. Es nuestra obligación ciudadana y vital. No hay otra.

wanaseume@usb.ve