Una válida argumentación contra el marxismo, por José Daniel Montenegro

Una válida argumentación contra el marxismo, por José Daniel Montenegro

Ha transcurrido más de una década desde aquel día en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Los Andes,(ULA- Mérida), cuando una joven chavista y autodenominada “marxista leninista”, luego de proferir el trillado “águila no caza moscas” ,me dijo, con la soberbia y arrogancia que caracteriza a no pocas de estas gentes, que no debatiría conmigo sobre el marxismo porque “a ella sólo le faltaba aprender ruso para leer a Marx en su idioma”. Sonreí y le dije que Carl Marx era alemán y, si no sabía eso, muy probablemente no había ella leído ni el prólogo de El Capital ni nada similar, ni en ruso, ni en alemán, ni en español ni en ningún otro idioma. No obstante, hoy día estoy seguro que en ese entonces, aún sin “haber leído a Marx en su idioma” ni en ningún otro, entendía ella con suma claridad lo que esa corriente ideológica significa.

Sucede que los postulados esenciales del pensamiento marxista, no son complicados, ni se accede a ellos como condición obligada de un arduo esfuerzo intelectual del que son capaces unos pocos aventajados, son además consistentes. Los académicos y marxólogos, probablemente para salvaguardar su ego (algo muy académico en cualquier área de estudio), complican innecesariamente algo que es envidiablemente sencillo, translúcido y , de no serlo, no hubiese sido capaz de penetrar , lamentablemente, con tanto éxito, en millones de personas desde su aparición, como no hubiese sido posible tampoco, que sin haber leído realmente el más elemental texto sobre el pensamiento marxista, se pudiese ser un marxista genuino, como con mucha frecuencia ocurre con la mayoría de los marxistas.





Puede afirmarse, sin faltar a la objetividad (los marxistas académicos van a resistirse a admitirlo) que el argumento principal del marxismo, o bien, lo que los marxistas promueven como “marxismo” al menos en la esfera política partidista (naturalmente cuando aún no han llegado al poder y aún no han barrido violentamente con la pluralidad partidista) se encuentra maravillosamente condensado en “El Manifiesto Comunista”, que en comparación con el colosal libro “El Capital”, es mucho más corto y directo, además de encontrarse también en una serie de publicaciones y prólogos escritos por Carl Marx o por el propio Federico Engels , quien en el prólogo de la edición inglesa del manifiesto, publicada en 1883, escribe lo siguiente:

“La idea fundamental e íntima del Manifiesto, a saber: que la producción económica y la estructura social que resulta, forman indefectiblemente, en cada época histórica, la base de la historia política e intelectual de esta época; que, por consecuencia(después de la desaparición de la primitiva propiedad común del suelo), toda la historia ha sido una historia de luchas de clases, de luchas entre las clases explotadas y las clases explotadoras, entre las clases dominadas y las clases dominantes, en los diferentes estados de su desenvolvimiento histórico; pero que esa lucha atraviesa actualmente una etapa en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede emanciparse de la clase que la explota y oprime sin emancipar al propio tiempo, y para siempre, a toda la sociedad de la explotación, de la opresión y de las luchas de clases, esta idea fundamental pertenece única y exclusivamente a Marx. Lo he declarado a menudo; pero al presente es preciso que esta declaración figure a la cabeza del Manifiesto.”

Esa idea y su desarrollo, son el marxismo. Es conveniente resaltar, como sugería con vehemencia ,hoy fallecido, el destacado liberal clásico venezolano Carlos Rangel, los supuestos implícitos o los corolarios argumentativos de esta idea, todos igualmente sencillos y al alcance, incluso ,de un analfabeta a quien alguien tenga a bien leérselos: la suposición, infundada y por tanto, una falacia, de que hubo un comunismo primitivo y de que esa condición feliz y de suprema armonía de la sociedad humana fue perturbada y corrompida por la aparición accidental y perversa, en un momento posterior, de la propiedad privada. La suposición, que ha demostrado ser falsa en la práctica, de que la abolición de la propiedad privada, automáticamente, devolverá la sociedad a la beatitud y armonía primitivas (sobre este punto el Manifiesto es explícito: “El socialismo puede ser condensado en una frase: abolición de la propiedad privada”).

Creyendo haber descubierto en la propiedad privada, la propiedad legitima de los medios de producción en manos de individuos particulares, el origen de todos los males y distorsiones de las sociedades humanas y, por consiguiente, proponiendo la estatización de los medios de producción como solución “salomónica” , Marx no se preocupó, no se interrogó (y de haberlo hecho, no lo hizo público) sobre el problema central de la política: la fascinación por el poder y su capacidad para corromper a quienes lo detentan sin contrapesos, así como la tendencia a la sumisión por parte de aquellos que por ese poder podrían ser arbitrariamente aplastados.

El contemporáneo de Marx, Lord Acton, católico y liberal clásico, en una carta enviada a su amigo y colaborador, Mandell Creighton, escribió, haciendo gala de notable sabiduría “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y es precisamente el poder absoluto, la consecuencia última del marxismo, y de donde irremediablemente nació (y seguirá naciendo cada vez que se aplique) el estalinismo, tragedia histórica que toda sociedad organizada y gobernada por el marxismo está condenada a repetir.

La estatización de los medios de producción, de ninguna manera ha sido y jamás podrá serlo, una etapa transitoria hacía una sociedad más libre y justa, sino que irremediablemente, e independientemente a las posibles buenas intenciones de sus promotores, terminará una y otra vez, abriendo un abismo de infinitas calamidades y destrucción sin precedentes, degenerando en un gobierno totalitario sirviéndose de un país y nunca un país libre y próspero sirviéndose de su gobierno.

La pasión por extinguir y atacar, o en el mejor de los casos asfixiar paulatinamente lo privado a través de las estatizaciones de los medios de producción, no está reservada sólo para el hombre de negocios, cuyo exterminio parece a muchos razón suficiente para emprender la revolución más violenta posible, aún si con ella no se logra nada más.

Al dominio de lo “privado” pertenece primeramente el individuo y eso debe ser entendido sin ambigüedades, luego, no pocas escuelas, universidades y bibliotecas, revistas, periódicos, editoriales, canales de televisión, equipos deportivos, centros de salud, logias, iglesias y asociaciones civiles de la más variada índole. Con la desaparición de lo privado, que es en resumen la gran propuesta de Marx, desaparece la sociedad civil y el individuo queda desamparado frente al poder político, en medio de una pirámide de sumisión y humillación a todos los niveles, donde en cada estrato se humilla y oprime a los niveles inferiores pero a su vez, se es humillado y oprimido por los niveles superiores.