El gran destete: Pensando en la Venezuela post rentista, por Humberto García Larralde

El gran destete: Pensando en la Venezuela post rentista, por Humberto García Larralde

Humberto García Larralde, economista, profesor de la UCV

Los economistas venimos insistiendo que sólo una estrategia basada en la competitividad puede superar el callejón sin salida en que nos metió el rentismo petrolero. A pesar del desarrollo industrial, la mejora en la producción agrícola y pecuaria, y la inversión en servicios públicos ocurridos en Venezuela hasta finales de los años ‘70, cambios en los mercados financieros internacionales (subida tasa de interés, crisis de la deuda) y la caída en los precios del crudo desnudaron finalmente la inviabilidad del modelo de crecimiento orientado hacia adentro. En el plano económico, tres razones básicas explican el naufragio de la estrategia de la “siembra del petróleo”, guía de este proceso: 1) Su tutelaje estatal, con las distorsiones institucionales a que dio lugar; 2) La sobrevaluación “estructural” del tipo de cambio[1]; y 3) Las políticas proteccionistas. Éstas socavaron el desarrollo de una economía privada vigorosa y autónoma, capaz de suplantar progresivamente al petróleo como fuente principal de ingresos externos[2]. En un plano más general, la cuantiosa renta en manos del Estado propició prácticas populistas y clientelares, forjando una relación paternalista con la población que inhibió su conversión en ciudadanía protagónica, por lo que fue pasto de promesas mesiánicas. Éstas pusieron de manifiesto la precariedad de las instituciones de la democracia y condujeron a la actual tragedia. La dictadura militar – civil que hoy expolia al país no puede concebirse sin entender las perversiones anteriores del rentismo populista.

Pero la necesidad de superar el rentismo no sólo se refiere a los extravíos de la “siembra del petróleo”. Progresos tecnológicos en la producción de crudo, por un lado, como en el desarrollo de alternativas energéticas y de ahorro en su aplicación, por el otro, están acabando con la supremacía del petróleo en los mercados mundiales. ¿Cuánto tiempo le queda a la era petrolera? Cómo transitar provechosamente hacia una economía no petrolera,” post-rentista”, es, por tanto, un desafío insoslayable para Venezuela. Implica un profundo “destete” de los procesos económicos y sociales de los flujos de renta que ayer los nutrieron, y un cambio fundamental de las expectativas individuales,

Este cambio a una economía post petrolera la viene produciendo el chavismo de la peor manera posible: destruyendo a la industria nacional de hidrocarburos. A la par, alimenta el rentismo como cultura política y económica con sus programas de reparto y con la tentación de toda suerte de negocios ilícitos para cosechar rentas. Acabó, además, con buena parte de las capacidades productivas domésticas, haciendo al país todavía más dependiente del producto importado –sufragado por el ingreso petrolero– y asumió compromisos externos avalados por los recursos del subsuelo que hoy coloca al país (y a PdVSA) en default efectivo y lo aísla de los mercados financieros internacionales.





Al caer el precio de exportación del crudo, Maduro quiso ajustar la economía sin alterar las fuentes de fortuna de la oligarquía militar y civil que hoy controla al país: redujo drásticamente las importaciones y deprimió severamente las remuneraciones reales desatando la hiperinflación, pero se negó a rectificar sus políticas. Hoy el salario mínimo –hacia el cual se ha aplanado la escala salarial– es apenas una décima parte del promedio latinoamericano. La pobreza roza el 90% de la población, la gente se muere de mengua y millones han salido desesperadamente a recomenzar sus vidas afuera como sea.

Recuperar los niveles de vida de la población requiere liberar las fuerzas productivas para poder generar empleos cada vez mejor remunerados. Esto requiere de un programa que derrote la inflación, estabilice el tipo de cambio, y desmonte el cúmulo de controles y leyes punitivas que asfixian la actividad privada. Por otro lado, la penuria de divisas obliga a concertar un generoso financiamiento internacional en el orden de varias decenas de millardos de dólares y emprender un ambicioso programa de reformas para propiciar la competitividad de su economía.

Lamentablemente, Venezuela ya no contará con rentas cuantiosas para financiar la mejora en los servicios y las inversiones requeridas, y compensar a los sectores más humildes. La producción de crudo fue apenas de 1,235 millones de b/d para agosto de este año. Recuperar un nivel de producción cercano a 3 millones de b/d tomará al menos una década, con inversiones de más de $20 millardos cada año[3]. La reactivación de la economía no dispondrá, por ende, de la holgura que hubiese otorgado una industria petrolera robusta. Sólo un aumento rápido de la productividad permitirá el pago de los compromisos internacionales y, simultáneamente, una mejora acelerada en las remuneraciones. Ello será, por tanto, un elemento central a la construcción de la Venezuela post-rentista.

En un corto plazo, el levantamiento de los controles, y la unificación y liberación del mercado cambiario permitirán un aprovechamiento cabal de la enorme capacidad ociosa del aparato productivo nacional y, con ello, un alza sustantiva de la productividad. Una reestructuración exitosa de la deuda externa aliviará también la carga de su servicio. Más allá, será la competitividad de distintos sectores de la economía la que permitirá ahorrar divisas sustituyendo importaciones y generar ingresos exportando. Las inversiones requeridas para ello, tanto nacionales como extranjeras, demandarán un marco de garantías jurídicas y procesales que den confianza, y la credibilidad de un programa consistente de estabilización.

Pero habrá que cambiar también los precios relativos que han gobernado nuestro quehacer económico, incluso desde mucho antes de Chávez. Significa pagar por los servicios y bienes producidos por el sector público según su costo. Implica acabar con los subsidios y los controles de precio, o sincerar el monto y el financiamiento de aquellos que se consideren pertinentes conservar. Indica que las remuneraciones no podrán aumentar más rápidamente que la productividad y que tampoco habrá dólares “baratos” para viajar y/o hacer compras externas. El bienestar de muchos dependerá más del emprendimiento y de la iniciativa privada que de la consecución de un buen empleo.

Todo ello suena muy lógico y coherente en el papel, pero conlleva un cambio drástico de nuestra mentalidad frente a lo que hemos considerado siempre que son nuestros “derechos”. Tendremos que ser más ahorrativos en el uso de los servicios públicos y la gasolina, porque serán caros. No deberemos esperar aumentos de sueldo si nuestra productividad no los suscita. La estabilidad en el trabajo deberá dar paso a un sistema eficiente de seguro contra el paro y demás elementos de una seguridad social integral. En fin, se trata de que los venezolanos nos pasemos el suiche a la cultura rentista conque hemos sido criados. Significa transformarnos en ciudadanos protagonistas, partícipes en la búsqueda de soluciones que nos atañen y cumpliendo nuestros deberes para poder reclamar nuestros derechos. Muchos son escépticos de que ello ocurra, porque tienen la imagen del venezolano vividor y ligero que emerge de esa cultura. Pero, estos cambios serán decisivos para el éxito de un gobierno futuro comprometido con la libertad y la prosperidad de los venezolanos. De ello dependerá su viabilidad política y social y, por lo tanto, es un desafío insoslayable del liderazgo democrático.

Si en momentos de crisis tan severa los venezolanos no somos capaces de producir esta modificación profunda de nuestra cultura política y económica, tendrá poco sentido desplazar a Maduro del poder.

[1] En la acepción de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA). A la tasa de cambio vigente, un dólar afuera compraba más que su paridad en bolívares en el mercado interno.

[2] Ver, La ilusión de la Siembra del Petróleo, Área de Desarrollo Económico, CENDES, UCV, 2018.

[3] Espinasa, Ramón, “Lecciones y propuestas para la reconstrucción del sector petrolero: a 75 años de los acuerdos de 1943”, ProDavinci, 26 09 2018.

Humberto García Larralde, economista, profesor de la UCV, humgarl@gmail.com