Ronald Portillo: Sueños y delitos

Ronald Portillo: Sueños y delitos

 

En el texto  “La responsabilidad moral por el contenido de los sueños”, publicado después de “La interpretación de los sueños”, Freud presenta sus reflexiones sobre la naturaleza inmoral de los contenidos oníricos manifiestos. El material que presentan los sueños no puede ser evaluado a partir de una consideración moral, nadie puede juzgar a un soñante por lo que acontece en sus sueños. Por tanto no pueden ser catalogado como criminal o delincuente quien comete en el sueño actosreñidos con la moral o quien atente contra la ley y las normas sociales.

Durante tal actividad psíquica se puede asesinar, robar, violar, incurrir en situaciones que en el mundo de la realidad serian, con toda seguridad, merecedoras de penas severas previstas por la ley. Sin embargo en el plano anímico o de la realidad psíquica, completamente distinto de la realidad verdadera o exterior, no se puede aplicar la llamada justicia ordinaria., a pesar de que el contenido latente de la mayoría de los sueños está construido a partir de realizaciones inconscientes de deseo que pudieran ser consideradas de carácter inmoral. Y es que el sueño es de ordinario una transgresión de lo que debe ser, implica una agresión, una violación.

El sueño comporta generalmente una transgresión de la ley, una violación de la norma y de las buenas costumbres. Se sueña contra la ley, tal como lo demuestran los contenidos expresos  de egoísmo, de sadismo, crueldad, masoquismo, incesto, etc,. Para Freud el que está sometido a la actividad onírica es de alguna manera un fuera de la ley. En el fondo de cada uno de nosotros existe una parte del ser marcado por lo delincuencial, por la inmoralidad. Se trata de una parte del ser que colinda con el horror. Esa parte de nosotros mismos fue bautizada por Freud con el nombre de inconsciente.

Un hecho de observación es que toda esa condición inconsciente  de “fuera de la ley” que marca nuestros sueños en términos de violencia, de delito,aparece en el comportamiento del gobierno venezolano de manera explicita : la inmoralidad, el atentado contra la ética, la violencia ejercida contra el ciudadano y contra las instituciones públicas, se hacen cada vez mas frecuentes. La violación de nuestra Ley fundamental, la Constitución, se ha vuelto un ejercicio cotidiano y lo mas sorprendente de todo : en nombre de la ley se viola la Ley. Cuanta desfachatez, cuanto cinismo ¡

Si tal como sostiene Freud, en la medida en que soñamos nos convertimos en criminales latentes o potenciales, en el ejercicio ordinario del poder en Venezuela hace rato que se perdió la mascara de correctos y bien intencionados políticos que solo tiene como norte la búsqueda de “la máxima felicidad posible para el pueblo”. Asistimos así, cual sueño proyectado  en CinemaScope, al más diverso desfile de vilezas y miserias humanas : acuerdos incumplidos en una mesa de dialogo con presencia de facilitadores internacionales, violación continuada de la Constitución , impedimentos y retrasos inexplicables del cronograma electoral, boicot permanente de la democracia participativa y protagónica (estandarte del chavismo, por cierto), activación inaudita del caos en sus mas diversas formas y campos  (finanzas, salud, alimentos,medicinas, educación), actuaciones públicas de los llamados “colectivos” Aquí nos encontramos no a nivel de la delincuencia o criminalidad del sujeto soñante sino en la realidad cotidiana del ejercicio del poder y de su abuso contra los ciudadanos de este país, llevado a cabo de manera implacable por la descendencia política del comandante eterno.

Para Freud toda esta constelación sintomática delincuencial no sería otra cosa que la exteriorización en la psicopatología de la vida cotidiana del poder de diversos procederes sustentados en la expresión de una pulsión destructiva, que pudo camuflajearse durante un tiempo con el supuesto amor cristiano al prójimo  pero que ahora ha venido quedando cada vez mas al descubierto  su torrente desbordado de odio y resentimiento. Ya un destacado dirigente gubernamental lo había advertido : el presidente fallecido funcionaba como un dique  de contención, una vez desaparecido el líder ya no habría dique que pudiera contener los desbordamientos y excesos de lo que eran capaces de llevar a cabo los descendientes políticos del difunto. Profecía autocumplida¡

Frente a tales despropósitos,  marcados por la violencia mas criminal y el delito sin castigo. Situados al margen de la ley, solo cabe cifrar la esperanza de que en un día no muy lejano vuelva a instalarse el elemento civilizador por excelencia : la ley, el estado de Derecho.

@rapcho

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