¡Asquerosa! La arrestan por defecar en el escritorio del jefe luego de ganar la lotería

¡Asquerosa! La arrestan por defecar en el escritorio del jefe luego de ganar la lotería

Foto: The Valley Report
Foto: The Valley Report

A veces las personas simplemente no queremos ir a trabajar. Preferimos quedarnos en la casa viendo televisión y comiendo chocolate acostados en la cama. Sin embargo, la vida no es gratis. Hay que pagar cuentas, comida, arriendo, e incluso, si tienes hijos, debes mantenerlos a ellos, publica upsocl.com

Entonces, cuando piensas en eso, inmediatamente te levantas y metes tu cuerpo a la ducha. El agua te corre por la cara y tú desearías quedarte dormido ahí mismo. Es la realidad de muchos pero la verdad, es que uno se acostumbra.

Lo que no a todos les ha tocado, sin embargo, es tener un jefe déspota. Ahí sí que todo se vuelve más difícil y el deseo de quedarse en la cama se multiplica por mil. No ves una solución al problema. Te imaginas tomando una piña colada en el Caribe, cuando en realidad tienes a tu jefe/a entregándote una pila de trabajo para el día, y todo eso va acompañado de un comentario desagradable.





No sabes qué hacer, y entonces, decides comprar un boleto a la lotería. Claro, no crees realmente que la ganarás, pero el sólo hecho de participar, te permite fantasear con una vida libre de exigencias y eso te hace un poco más feliz.

Entonces, increíblemente, te levantas al día siguiente y te enteras que tienes el boleto ganador. Lo ves en la televisión y no puedes dejar de saltar de la alegría. ¿Qué haces? ¿Pasajes a Europa? ¿Auto nuevo? ¿Regalas una casa a tus padres? Las opciones son infinitas. Sí, con 3 millones de dólares las opciones realmente son infinitas. Es tanto así que Sarah E. Hoffman, la ganadora del premio mayor en New York, EEUU, tomó tal vez la decisión más extraña que podría tomar un recién multimillonario, y al día siguiente fue a trabajar. Extraño, no muchos irían a la oficina luego de ganarse la lotería. Pero ella tenía un último paquete que entregar.

Su jefe tuvo palabras para referirse a lo ocurrido.

“Sabía que había algo extraño porque, al volver del almuerzo, vi que la puerta de mi oficina estaba cerrada”, dijo. “Lentamente giré la manilla y lo primero que vi fue a Sarah sentada encima de mi escritorio, manteniendo el equilibrio solamente con sus pies. Su trasero estaba a unos 20 centímetros de la mesa y de pronto, al acercarme un poco más, vi que tenía los pantalones abajo, a la altura de sus rodillas. Entonces, a pesar de lo impactante, entendí todo. El olor era asqueroso y una bola de excremento figuraba encima del teclado de mi computador. Ella se reía al mismo tiempo que hacía fuerzas para defecar un poco más. Era insólito”, relató.