Robert Carmona-Borjas: Incoherencias y contradicciones de una ideología en decadencia

Robert Carmona-Borjas: Incoherencias y contradicciones de una ideología en decadencia

El término “socialismo” no es unívoco. Por el contrario, es un término que sufre interpretaciones y adaptaciones diversas. Referirnos a “socialismo” se traduce a veces en comunismo castrista o norcoreano, incluso chino y quizás vietnamita aunque Ho Chi Minh como Mao deben estar revolcándose en sus tumbas.

Otras veces, el “socialismo” se relaciona con libertad y la justicia, con inclusión y no discriminación, con honestidad y sinceridad. Ese socialismo democrático es sin duda el que pese a algunas debilidades puede servir de esquema ideológico y práctico para satisfacer las necesidades de los pueblos.

El “socialismo” no democrático promovido por el desprestigiado Foro de Sao Paolo y sus cuestionados dirigentes, Lula da Silva en primera fila, no es más que un comunismo fuera de tiempo y lugar que vive de sus incoherencias en sus contradicciones que resumen su fracaso y un final infeliz para quienes una vez compraron esperanzas e ilusiones, a cambio de libertad y dignidad.

Los seudos revolucionarios que viven como capitalistas de ese socialismo interpretan los conceptos y las normas a su manera. Un día hablan de la “autodeterminación de los pueblos”, un derecho reconocido y aceptado por todos; y después lo masacran al negarle al pueblo su propio destino como ocurre en Venezuela que la mayoría decidió dejar de lado el nefasto proyecto de Chávez y Lula pero sigue siendo considerado una minoría que no tiene derecho a autodeterminarse.

Lo mismo con la expresión “golpe de estado” a veces bueno, como el de Chávez en 1992. El “golpe de Estado” contra Rousseff es distinto al “golpe militar” que intentaron darle a Carlos Andrés Pérez que justifican y califican como “rebelión legítima”. En su momento y contrariando todo el basamento jurídico sobre el que se soportaba, calificaron de “golpes de estado” las salidas constitucionales de Lugo y Zelaya, decididos en aquél entonces por los pueblos a través de sus Asambleas Nacionales, Tribunales Supremos de Justicias y sus Constituciones, lo que nos hizo ver a todos con estupor y vergüenza regional, la vil actuación de Lula y Chávez entre otros para “restaurar” a Zelaya en el “trono” violando todos los principios y las normas de derecho internacional, como soberanía e injerencia en los asuntos internos, a los que tanto recurren cuando quieren adelantar sus proyectos.

Los brasileños (más del 80 por ciento) hoy condenan no solamente la inmensa corrupción llevada a cabo con los militares y revolucionarios venezolanos, los bandidos que saquearon el país vecino, estos 17 años, sino el fracaso de un régimen “socialista” dedicado al asistencialismo que ha destruido a Brasil y no solamente económicamente sino como potencia política que una vez pretendió ser el gendarme de la región e incluso tener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Una vez se rasgaban las vestiduras por los derechos humanos. Sus militantes, atracadores de banco muchos, asesinos otros cuantos, pretendían el cambio político y social por la fuerza; y en una lucha y en medio de procesos justos fueron enjuiciados, sentenciados y encarcelados conforme a derecho, lo que hoy desconocen en algunos países como la Venezuela de Maduro o el Ecuador de Correa cuando opositores pacíficos son criminalizados y acusados de nuevos delitos como “asociación para delinquir” y “terrorismo” entre otros. Para ellos, aquello era “violación de los derechos humanos” lo de hoy, los presos y perseguido por razones ideológicas, por pensar distinto, por expresarse, es otra cosa. Los opositores de hoy que distintamente piden cambios por las vías pacíficas son castigados, amedrentados y perseguidos.

Los regímenes socios del lulismo, incluido lamentable y vergonzosamente el de Michelle Bachelet en Chile, se unen para apoyar al régimen venezolano en sus atropellos, muy distinto a lo que hicieron los gobiernos democráticos de Venezuela que lucharon sin interés por la libertad de los pueblos oprimidos por las dictaduras del cono sur y en otros países de la región.

Son muchas las contradicciones y las debilidades de los revolucionarios del siglo XXI. Dicen una cosa, hacen otra. Interpretan los principios y las normas siempre en favor de su nefasto proyecto. Pero los pueblos ya no creen más en estos líderes de pacotilla que sólo han sabido enriquecerse y disfrutar el poder.

La eventual salida de Rousseff y su posterior enjuiciamiento por presuntos actos de corrupción, junto al debilitado y enloquecido Lula que buscó la inmunidad para evitar su procesamiento, una vez un líder trabajador serio y honesto para todos; el camino procesal que le espera a Cristina Kirchner y probablemente a otros del grupo como Rafael Correa, y por las mismas razones, marcan el final anunciado de una etapa que empobreció y dividió a la región que por décadas y en democracia luchó por una integración que garantizara el desarrollo integral y el bienestar de nuestros pueblos.

@CarmonaBorjas

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