La verdad es que Maduro nunca me decepciona, su lenguaje rudimentario, básico y demás limitaciones personales siempre dan pasto para divertirme. Cuando no miente se contradice, y si miente, se contradice y se las da de avispado a la vez su aporte a la comicidad es mayor.
Tiene un don natural para esa cursilería capaz de dejar estupefacto a cualquiera hasta arrancarnos una sonrisa piadosa. Ese gesto que jamás podemos negar a quienes como él piensan que se la están comiendo. Conducta típica de los que derrochan su talento para el abuso creyendo que nadie se dio cuenta del mismo, que los demás son pendejos.
Lo del hijo del Eterno en su “Contacto con Maduro” #45 es de antología. Es ejemplo del relajo, de la falta de escrúpulos, del desmadre sin más de un régimen incapaz de pararse ante el espejo por terror a ver la repugnante putrefacción de su fracaso.
Maduro, luego de afirmar (y reconocer) que la oposición “tiene una sola tarjeta”, circunstancia que utilizó para presentarla como una oferta negativa y débil frente a la falsa fortaleza de la presunta “diversidad” de las múltiples tarjetas de la revolución, se da un chinazo terrible cuyo trauma no alcanzará a entender aunque se lo expliquen.
A renglón seguido, el heredero del Galáctico pasó a mencionar otras tarjetas como de oposición y peor aún, aquí el tramojo fue inocultable, señaló a la tarjeta del MIN-UNIDAD, la tarjeta del “cazabobos” William Ojeda, como la tarjeta de la Oposición.
Me dirán ustedes sino es divertido el sincretismo de dósis de marxismo primitivo, porciones de autoritarismo militarista, gotas de viveza criolla, cucharadas de malandreo de esquina y abundancia de ignorancia supina del señor Maduro.
Si perfecciona su técnica de los “chinazos” en una próxima ocasión nos dir?: “mi aplique es porque pensé que ustedes eran estúpidos”.