Fernando Núñez Noda: Laberintología aficionada

Fernando Núñez Noda: Laberintología aficionada

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Dedicado a JLB, amo de las bifurcaciones

La galaxia de neuronas que tenemos en el cerebro es, por esencia, la medida de todos los laberintos.





Culturalmente…

Un ir hacia adelante y nunca llegar a donde creemos o queremos. Perder el norte y los demás puntos cardinales. No hay violencia, no hay amenaza, solamente se avanza hacia ninguna parte. Eso es un laberinto.

Una de las construcciones laberínticas más fabulosas fue la erigida para el faraón Amenemet III, mil novecientos años antes de la era actual. Tenía miles de habitaciones y doce grandes laberintos tipo jardín. Ese mismo faraón construyó un doblar de pasadizos mucho más terrorífico: dentro de una pirámide. En ese caso, sin poder ver el cielo, el mundo se reduce al ancho y el largo. Y más si el techo es bajo, como solía construirse. Tremendamente claustrofóbico, aunque univial, de modo que era relativamente fácil salir siguiendo el camino inverso.

Hay solo dos testimonios de esa construcción y, en ambos caso, los historiadores afirman que el Laberinto Egipcio superaba en maravilla a la Pirámide de Giza. No hay trazas arqueológicas del edificio hasta ahora.

En Grecia cuenta la leyenda que Teseo entró al de Creta para matar al monstruo Minotauro. Se asocia el Palacio de Knossos, desenterrado en 1878, con el reino de Minos, el rey que la leyenda menciona como dueño y posible constructor del laberinto. Algunas de las fases de ese palacio pudieron servir de inspiración para la específica historia del Minotauro.

Modelo a escala, en madera, del complejo de Knossos. Foto de http://www.gtp.gr/

La enamorada de Teseo, Ariadna, le dio un ovillo para que dejara un camino de hilo que lo trajera de vuelta. Se habría perdido de otra forma. No hizo falta descifrar el laberinto sino idear una forma de regreso. Amor y sentido común por los momentos.

Dédalo (seguimos en la leyenda homérica y la aderezada posteriormente) había construido esa maraña de corredores a pedido del rey Minos, años antes y fue condenado a perderse en ésta. Junto a su hijo Ícaro sólo pudo escapar volando con las célebres alas unidas con cera. Esto lo cuentan diversos autores de la mitología griega.

Por tradición, hay dos tipos de laberinto: a) Los “univiales”, a cuyo centro se llega y se sale por una sola vía, de modo que si se va de vuelta se llega al punto de partida. b) Y los “multiviales” tipo “mazes”, con bifurcaciones, con caminos que conducen a ninguna parte, que se devuelven o que, simplemente, alejan al caminante de la salida. Estos últimos son más parecidos al pensamiento (o a la locura misma).

El laberinto de Creta era un edificio multivial, para que tuviera sentido treparse en un muro y lanzarse volando al mar. Según sospecho, su recorrido excedía la bidimensionalidad de ir atrás-adelante o a los lados. Implicaba subir y bajar, con todas las combinaciones diagonales intermedias. Hay monedas cretenses de entre el siglo V y el III aE que muestran diagramas de los caminos entrecruzados, como se aprecia en la siguiente imagen.

monedas-cretensesPorque muchos insisten que la ciencia de los laberintos se centra en describirlos y explicar su morfología, cuando –de acuerdo a una visión más heurística- se trata de cómo salir de ellos.

Viéndolo desde arriba, salir es relativamente sencillo o, en todo caso, cuestión de agotar posibilidades.

laberinto-neolitico

Del neolítico europeo.

Lo que ocurre es que, en los laberintos tangibles o mentales que enfrentamos, estamos dentro de la estructura y no vemos lo que vería un observador panorámico o con visión de rayos X, como tendría que ser en el caso de la pirámide.

En las dos puntas de los últimos 12 mi años

La imagen más antigua conocida de un laberinto está en una tumba neolítica, en Italia, hacia 2500 aEC.

Este laberinto lo encontré en YouTube. Es el Royal Djurgården, en Suecia, un laberinto vegetal construido en 2001.

De letras

En la novela El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, el secreto de los asesinatos está en la biblioteca, un laberinto compuesto por miles de estantes y libros incluso no visitados en años. Guillermo de Baskerville, el detective medieval de la novela, recuerda que es muy difícil -casi imposible- salir de un laberinto sin ayuda externa. Pero sí se acomete la solución desde adentro, no se puede prescindir de las matemáticas.

De hecho, sólo un incendio que destruye la exquisita colección, le permite a Guillermo encontrarse con Adso (el aprendiz que ya daba por perdido) y escapar con un estrecho margen.

A continuación el trailer oficial de la película, en inglés (no encontré una versión en español).

El excéntrico matemático Charles Dodgson, conocido como Lewis Carroll, dio al mundo la saga de Alicia (en el País de las Maravillas; a través del espejo…) Presa en la imaginería infantil de un adulto, Alicia transita un laberinto de lugares y seres inesperados. Lo que parece disparatado, es en realidad un juego preciso de lógica invertida, vista como en un espejo. Carroll, por cierto, era zurdo.

Recuerdo la novela Oliver Twist de Charles Dickens, que transita laberínticas calles y callejones. O las sagas de Sherlock Holmes y la historia de Jack El Destripador. Eso me indica que los ingleses son particularmente laberínticos.

Los latinoamericanos somos más metafóricos. El General en su Laberinto de Gabriel García Márquez habla de pasillos caóticos en la atribulada mente del caudillo primigenio de Suramérica. Son laberintos menos físicos pero no menos tortuosos.

Como escritor, Julio Cortázar es un dibujante de caminos que -podríamos decir- andan por sí solos, incluso a veces de topografía más precisa que la de cualquier otro narrador argentino (Borges incluido). Los argentinos son grandes laberintólogos (digamos, profesionales, mientras yo soy aficionado).

El de Cortázar se desata en ambos extremos (principio y final) y transita dos o más caminos hasta confluir en un punto. Ubicar este punto es fácil y difícil: está en el lector, pero él no lo sabe. O es decir, lo ignora hasta que las dos líneas, de los extremos del laberinto, confluyen justo en las últimas líneas. A veces exactamente en la última palabra. Es mi impresión de la Las Puertas del Cielo o de Todos los Fuegos el Fuego.

¿Ayuda este encuentro a descifrar el laberinto? No lo sé, pero es un método por el cual Cortázar produce adicción narrativa.

Laberinto maya

Mapa del laberinto maya de Tonina.

En 2001 se desenterró una red de pasillos tipo “maze” con templos internos e incluso unas mini pirámides, bajo la tierra y algunos bajo el agua, en la peninsula de Yucatán.

Se ha determinado que es de construcción maya. Según esa teología, la vida después la muerte implicaba un camino lleno de obstáculos y de cambios en el sujeto.

Son las ruinas de Tonina y hay un mapa de referencia. La búsqueda de la inmortalidad era un trecho largo.

En muchas películas el laberinto suele verse, obviamente, desde la perspectiva de quien lo recorre.

Laberinto del creador de los Mupperts, Jim Henson, es un cuento para niños, con gnomos y trolls. Tiene a David Bowie como protagonista. Lo interesante es que recoge diversas tradiciones de calles tramposas hechas para perder a la gente, de Alicia en el País de las MaravillasDon Quijote y otras referencias

Más profundo es El laberinto del Fauno del mexicano Guillermo del Toro, que se desarrolla durante la Guerra Civil española y muestra a una niña que debe transitar una serie de pasadizos bajo tierra para salvar a su madre y reivindicar un reino mágico.

Una vez más, el laberinto físico deja paso al mental, al sueño, a las encrucijadas del alma.

En El resplandor de Stanley Kubrick el laberinto es metáfora de la locura y del terror. El protagonista enloquece en un caserón vacío de cientos de habitaciones, conversa con fantasmas y al final intenta asesinar a su esposa e hijo con un hacha. El niño logra birlarlo y, sobre una densa nieve, lo conduce hasta un laberinto vegetal externo que, de una forma casi real, se traga al demente y lo congela en sus entrañas.

La familia conoce el laberinto:

Jack Torrance persigue al niño por el laberinto:

El mensaje imperial

Por Franz Kafka

El Emperador –así dicen– te ha enviado a ti, el solitario, el más miserable de sus súbditos, la sombra que ha huido a la más distante lejanía, microscópica ante el sol imperial; justamente a ti, el Emperador te ha enviado un mensaje desde su lecho de muerte. Hizo arrodillar al mensajero junto a su cama y le susurró el mensaje al oído; tan importante le parecía, que se lo hizo repetir. Asintiendo con la cabeza, corroboró la exactitud de la repetición. Y ante la muchedumbre reunida para contemplar su muerte –todas las paredes que interceptaban la vista habían sido derribadas, y sobre la amplia y alta curva de la gran escalinata formaban un círculo los grandes del Imperio–, ante todos, ordenó al mensajero que partiera. El mensajero partió en el acto; un hombre robusto e incansable; extendiendo primero un brazo, luego el otro, se abre paso a través de la multitud; cuando encuentra un obstáculo, se señala sobre el pecho el signo del sol; adelanta mucho más fácilmente que ningún otro. Pero la multitud es muy grande; sus alojamientos son infinitos. Si ante él se abriera el campo libre, cómo volaría, qué pronto oirías el glorioso sonido de sus puños contra tu puerta. Pero, en cambio, qué vanos son sus esfuerzos; todavía está abriéndose paso a través de las cámaras del palacio central; no acabará de atravesarlas nunca; y si terminara, no habría adelantado mucho; todavía tendría que esforzarse para descender las escaleras; y si lo consiguiera, no habría adelantado mucho; tendría que cruzar los patios; y después de los patios el segundo palacio circundante; y nuevamente las escaleras y los patios; y nuevamente un palacio; y así durante miles de años; y cuando finalmente atravesara la última puerta –pero esto nunca, nunca podría suceder–, todavía le faltaría cruzar la capital, el centro del mundo, donde su escoria se amontona prodigiosamente. Nadie podría abrirse paso a través de ella, y menos aún con el mensaje de un muerto. Pero tú estás sentada en la ventana, y te lo sueñas cuando cae la noche.

Esta pequeña joya literaria dice tanto sin decir en específico. ¿Será que el sueño nos libera de la tiranía racional de un laberinto físico? ¿Será que el emperador es una metáfora de Dios y que su mensaje llega casi como un susurro, distorsionado y agotado, luego de transitar el entramado universal?

La cámara de las 32 puertas

Esta canción del grupo Génesis, de 1974, forma parte de un álbum temático psicotrópico, en el cual el protagonista dice:

Pero aquí
Estoy tan solo con mi miedo
Por todo lo que oigo.
Y cada puerta que he atravesado
Me lleva otra vez, de vuelta aquí una vez más,
Tengo que encontrar mi camino.

(…)
Y adentro…
Esta cámara de tantas puertas;
No tengo dónde esconderme.
Te daría todos mis sueños, si me ayudaras,
A encontrar una puerta
Que no me traiga de vuelta, otra vez.

– Sácame de aquí…

Puede escuchar la canción en este enlace.

Google Earth y uno pequeño que fotografié

En Google Earth encontré muchos laberintos vegetales, aquí les dejo tres:

Corn Dawgs Corn Maze, en Georgia, EE.UU, con alusión a la Coca Cola creada en ese estado.

El laberinto de Horta en Barcelona, España.

Éste lo fotografié, en la Mansión Viscaya en Miami:

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Los laberintos de Viscaya vistos en Google Earth:

Los patios internos de mis sueños

En el ensayo Casa de Sueños cuento que: “Otra versión [de mis sueños] ocurre en un laberinto casi en ruinas, con paredes muy anchas de tierra y piedras ancestrales. Son, he llegado a entender, miles de permutaciones que tiene mi casa natal de Macuto. No hay techo pero son tan altas las paredes que nunca pienso escalarlas para salir, porque nunca se sale. Siempre es de día. Hay marcos de puerta vacíos, bordeados por enredaderas y maleza. Encuentro muchas obras de arte abandonadas: esculturas que se deshacen, frescos ya desdibujados por los siglos.

He llegado a pensar que los sueños son de una coherencia pasmosa, pero se desgastan al salir a este otro dormir confundido con vigilia, se desvanecen por una “envidia de la lucidez” y nos condenan a la embriaguez del estar despierto.”

Oído al tambor

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Un diagrama del laberinto del oido interno. Los conductos están, a su vez, repletos de pliegos y pasadizos vibratorios. Clic en la imagen para visitar el sitio de origen.

El equilibrio del cuerpo humano reside en un laberinto muy pequeño dentro de nuestra cabeza, en el sistema auditivo. Wikipedia explica que “El laberinto es un sistema de pasillos fluidos en el oído interno, incluyendo tanto la cóclea que es parte del sistema auditivo como el sistema vestibular que provee el sentido de equilibrio. Se denomina así por analogía de su apariencia con el laberinto mítico en el que estaba encerrado el Minotauro.”

Está hecho de huesos y de una especie de cartílago más flexible. El primero sirve de caja de resonancia, el otro como membrana vibratoria. Hay una estructura que vibra, como la cuerda de una guitarra o, mejor aún, como el cuero de un tambor.

Más allá de la morfología y biología de este dispositivo corporal, es muy sugerente la metáfora que se me ocurre. Tenemos al Minotauro adentro. Teseo lo busca, lo enfrenta pero de alguna manera si lo derrota o lo expulsa, perdemos el equilibrio. Ahí lo dejo.

Un juego cretense (no cretino)

El laberinto de Creta, clave en el inconsciente colectivo de nuestra era, se puede dibujar siguiendo una sencilla programación:

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1) Comience con la cruz de cuatro “L” y cuatro puntos. (primera imagen). 2) Una las puntas de la figura con arcos, comenzando con el par central y siempre usando las próximas dos puntas, de cada lado.

Jorge Luis Borges hace del laberinto un leit motiv de sus cuentos, poemas y ensayos.

El protagonista del relato El Inmortal casi se pierde en uno subterráneo, antesala de la Ciudad de los Inmortales. Borges habla de la perversidad de un sitio construido deliberadamente para confundir. Cito:

“Bajé; por un caos de sórdidas galerías llegué a una vasta cámara circular, apenas visible. Había nueve puertas en aquel sótano; ocho daban a un laberinto que falazmente desembocaba en la misma cámara; la novena (a través de otro laberinto) daba a una segunda cámara circular, igual a la primera. Ignoro el número total de las cámaras; mi desventura y mi ansiedad las multiplicaron.”

En el Jardín de los senderos que se bifurcan, Borges desdibuja la línea entre los laberintos reales y los simbólicos, al punto que transitar uno es transitar el otro. Cito:

Muy pronto comprendí que eso era imposible. El consejo de siempre doblar a la izquierda me recordó que tal era el procedimiento común para descubrir el patio central de ciertos laberintos. Algo entiendo de laberintos: no en vano soy bisnieto de aquel Ts’ui Pên, que fue gobernador de Yunnan y que renunció al poder temporal para escribir una novela que fuera todavía más populosa que el Hung Lu Meng y para edificar un laberinto en el que se perdieran todos los hombres.

Pero una cumbre ocurre en el cuento Los dos reyes y los dos laberintos:

Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso.” Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.

Escher

De M.C. Escher hablo cada vez que puedo. Hay un ensayo más amplio aquí. El maestro de la repetición, del encaje, de lo concéntrico, de lo cíclico y de las figuras imposibles tiene que ser un virtuoso en laberintos. Un cuadro titulado Relatividad, de 1953, es ya un icono de la cultura pop:

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David Bowie con el celebérrimo laberinto de Escher, en la película homónima:

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Relatividad infinita (1953).

 

Epílogo

¿Por qué son importantes los laberintos?

Porque pensamos en “modo laberinto”. El cerebro contiene una galaxia de neuronas, es decir, es una estructura llena de caminos, de conexiones, de bifurcaciones, de circuitos por los que se desplazan contenidos energéticos, pulsos electromagnéticos en esas neuronas y en el sistema nervioso. Es pues, un entramado de vías en los cuales se mueven “bits” de actividad mental.

El desplazamiento crea conexiones, sinapsis, que constituyen la materia misma del pensamiento (las ideas, los recuerdos, la imaginación). Apenas rasgamos la superficie en descifrar esta complejidad, pero se sabe que la mente tiene su epicentro allí.

El pensamiento, pues, emula un laberinto porque encierra la dinámica del “jardín de los senderos que se bifurcan”. Para agregar complejidad, no es sólo multivial sino multidimensional. Es posible que haya puntos de inicio y de llegada en esa galaxia, de modo que siempre estamos -sabiéndolo pero casi siempre no- moviendo pensamientos a través de un entramado cuya densidad diferenciada no tiene igual en el universo conocido.

O sale del centro buscando salida. O crea circuitos donde recorre sub laberintos y se queda en un “loop”. O entra en busca del centro. La mente es, pues, el hiperlaberinto como modelo estructural y funcional. A veces nuestras propias necesidades, búsquedas, miedos, neurosis, obsesiones y no se cuántas peculiaridades, nos brindan el beneficio de la salida, el triunfo del hallazgo. Pero otras veces no, por períodos muy prolongados o durante toda la vida.

Por esto, creo, son importantes. Si “pienso luego existo” entonces nuestra existencia es quizá un permanente recorrer los pasillos del edificio cretense, dentro y fuera de nosotros mismos.

Y sin el hilo de Ariadna…

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NOTA 1: Para las fechas se usa la notación aEC (antes de la era actual o común). Dado que no sabemos el año exacto del nacimiento de Cristo, se toma el año 1 como inicio ya establecido por el calendario Gregoriano y se le denomina de la “era actual” o “era común” (E).
NOTA 2: El ensayo no es una recopilación rigurosa ni académica, es un recuento de referencias que he recordado o que he seleccionado por puro placer intelectual. Si el lector conoce algún dato, caso o referencia que enriquezca este ensayo, lo invito a dejarlo plasmado en un comentario.
ILUSTRACIÓN INICIAL Y LA DE BORGES: Lúdico. OTRAS ILUSTRACIONES: Caché de Google Images y dominio público de la WWW.