América Latina salió de la llamada “década perdida”, la de los 80 del siglo pasado, con la promesa de que jamás uno solo de sus países volvería a hundirse en el infierno de la hiperinflación. Y no era para menos, pues durante aquellos fatídicos años, una combinación de dictaduras militares de izquierda y derecha, con políticas económicas populistas, produjo el resultado atroz de alzas de precios que llegaron al 5.000 y 10.000 por ciento mensuales.
Fue, en palabras de quienes vivieron tal devastación, la peor experiencia de sus vidas que, lógicamente, una vez que desaparecieron los militares populistas y sus dictaduras, hicieron surgir el “Consenso de Washington” que, a comienzos de los 90, se pronunció por el retorno de la democracia y la adopción de la economía mercado como principio rector de su economía.
Y, debe admitirse que, desde entonces, la región, a pesar de los vaivenes de sus regímenes políticos, no se ha asomado de nuevo al horror de la hiperinflación y, para demostrarlo, está la inflación promedio anual que no pasa del 12 por ciento.
Pero, desde luego, sin incluir al único país cuyo gobierno, no solo derrocó a la democracia más antigua del subcontinente, sino que, la sustituyó por un régimen militarizado que, además, como los de los 80, ha aplicado políticas económicas populistas extremas que con toda razón pueden llamarse “socialistas”.
Los resultados no se hicieron esperar, y al par de un desabastecimiento feroz y de una caída de -1 por ciento del PIB y un déficit fiscal del 15 puntos, también nos tienen con una inflación anual de más de tres dígitos que es la más alta del continente y del mundo occidental.
Lo peor, sin embargo, es que tan aterradores índices parecen no decirle nada a “Maduro y sus socialistas”, los cuales, como ricachones que se aburren por falta de experiencias fuertes, ya nos tienen al borde de la hiperinflación.