El lunes comencé a sentir escalofríos en clases y en la noche la fiebre de 39 me había vencido. Al día siguiente los dolores en las articulaciones se fijaron en mí y hasta ahora no me han abandonado del todo y eso que estoy hablando de unos acontecimientos que tienen más de un mes en que salí de esta enfermedad antibolivariana. El acetaminofen hubo que buscarlo en diversos establecimientos. No sé cuál mil cuadragésima vigésima novena nueva misión se ha fundado a tal efecto pero finalmente apareció la milagrosa pastillita. Fueron nueve días de reposo sin conocer la organización macabra que había enviado al patas blanca.
Doy gracias a la democracia participativa y socialista que ha universalizado las penurias y emparejado la ineptitud. No estamos solos en las colas que hacemos. Ahora la igualdad viaja por los aires con unos vectores que a esta hora tampoco sé si ya figuran en las estadísticas o en los boletines epidemiológicos que elaboran en el PSUV los científicos más eminentes de nuestro tiempo. Definitivamente vamos cruzando el umbral que nos conducirá a nuestro paraíso en la tierra: somos ya una potencia. Tanta felicidad colectiva es difícil de imaginar. Por eso dicen que somos el pueblo más feliz de la tierra.
@kkrispin