Tamara Suju Roa: Urge atajar la violencia social

Con mucha preocupación escribo estas líneas hoy, dirigidas a las personas conscientes y sensatas de nuestro país.  No basta con renombrar Ministerios y fabricar nuevos movimientos que lleven la palabra Paz, Vida, Patria, si el gobierno no internaliza  bien el problema, asume y reconoce sus culpas y llama a un gran diálogo nacional en el cual las dos mitades de Venezuela se encuentren para discutir los problemas y aportar soluciones urgentes a la grave crisis social que estamos viviendo, y cuya llama en cualquier momento podría alcanzar dimensiones desconocidas.

Se siente en la calle.  Se siente en los supermercados, en los centros de salud, en las farmacias, en las plazas, barrios, en el transporte público.  No existe un venezolano que en la actualidad no tenga una angustia causada por la situación-país.  La madre que no consigue leche para su bebe, el padre al que no le alcanza el dinero para la lista de útiles escolares e inscripción, el abuelo que no consigue sus medicinas y ha dejado de tomarlas a pesar de que tiene a toda la familia buscándola, el paciente con cáncer cuyo tratamiento de radiología le ha fallado, las personas que en los hospitales hacen milagros para conseguirle los insumos médicos a su familiar enfermo, o aquellos que están en listas interminables de espera para una cita médica o una operación.

Luego llevamos la procesión de “sobrevivir” al hampa, a los secuestros exprés, a la violencia que sufren los ciudadanos que salen a la  calle a “sobrevivir”. Alli se encuentran con la agresiva forma de conducir, a la angustia que se genera en las horas pico en las colas rogando a Dios no ser asaltados, al miedo que tiene el ciudadano de a pie de montárse en su autobús o en su camionetica y esperar que detrás de él o ella no lo hagan los delincuentes de la zona que mantienen aterrorizado al vecindario.





La escasez, la inflación, la inseguridad, el desorden y desconocimiento normativo, el deterioro del sistema de salud y de todos los servicios públicos, el deterioro de la infraestructura urbana, de sus calles y avenidas, la confrontación diaria y continua en el discurso político, la instigación al desconocimiento de los derechos de quienes están en la acera opuesta del poder, trasmitido hora tras hora a través de los medios oficiales, atizando la polarización de la sociedad, son, entre otros factores, las principales causas de la violencia social que nos agobia. Pareciera que ya nadie está en su sano juicio.

No ha habido nadie en el gobierno capaz en estos 14 años, de detenerse por un momento a pensar en el daño quizá ya irreversible que se le ha causado a la sociedad, a la psiquis del venezolano y a lo que todo ser humano necesita como mínimo para ser feliz y generar bienestar:  PAZ.

La Paz no se decreta, ni se ordena.  La Paz si es una “sensación”, un estado de ánimo en la que confluyen muchos factores, entre ellos la calidad de vida, la prosperidad y esperanza de un mejor futuro, el bienestar social que debe generar el Estado en la comunidad en lo referente a la prestación de servicios, educación y seguridad, pero sobre todo, en el respeto mutuo como mínima norma de convivencia. RESPETO del otro y de la diferencia.  Respeto de los derechos y deberes.  Lamentablemente ya no todos los derechos son para todas las personas, se ha vulnerado el principio de igualdad y no discriminación.

La polarización nos ha hecho discriminadores a todos,  y lo digo por todo el cañón, porque es así. He presenciado gente llamando de forma despectiva “extranjeros” a las personas con características étnicas blancas y de ojos claros que son tan venezolanos como ellos, como he presenciado a gente apostrofando con epítetos que no repito a quienes se identifican como seguidores del oficialismo; he presenciado a gente llamando fascista a la vecina de toda la vida de la casa de enfrente, en fin, es lo que ha provocado estas líneas que escribo con mucha preocupación, pero sobre todo con muchísima tristeza. Estamos perdiendo nuestro igualitarismo, una de nuestras grandes cualidades como pueblo, y que aun engalanan nuestra idiosincrasia. Así lo quiero creer.

La violencia social no amaina, al contrario, continua creciendo. Hablémoslos como la gente buena que somos, porque estamos sentados en una olla de presión y la violencia generalizada no distingue colores políticos. Estamos a tiempo todavía de construir el país que queremos para nuestros hijos y nietos.  Sentémonos a conversar acerca de los males que nos aquejan y sus posibles soluciones con el empeño de todos. Los venezolanos tenemos muchos puntos de encuentro, y Gobierno y oposición tienen urgentemente que iniciar un dialogo nacional por la paz, la tolerancia y el respeto de los Derechos de todos como un primer paso para resolver la crisis de gobernabilidad democrática que estamos viviendo. Hay una nación que espera ansiosa.